jueves, 3 de julio de 2008

TIEMPO Y PLÁTICA





"-Me parece que usted me preguntó cuántos años estuve en Luvina, ¿verdad...?La verdad es que no lo sé. Perdí la noción del tiempo desde que las fiebres me lo enrevesaron; pero debió haber sido una eternidad...Y es que allá el tiempo es muy largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años.Los días comienzan y se acaban. Luego viene la noche. Sólamente el día y la noche hasta el día de la muerte, que para ellos es una esperanza.
>>Usted ha de pensar que le estoy dando vueltas a una misma idea. Y así es, sí señor...Estar sentado en el umbral de la puerta, mirando la salida y la puesta de sol, subiendo y bajando la cabeza, hasta que acaban aflojándose los resortes y entonces todo se queda quieto, sin tiempo, como si se viviera siempre en la eternidad. Eso hacen aquí los viejos."

Luvina, El llano en llamas, JUAN RULFO.

Las manos que aparecen son manos de tierra. Rajadas igual que una tierra reseca y cuarteada. Vi manos, pero nunca unas tan miméticas con la tierra. Estamos en una zona donde la tierra es fértil si hay agua, si no la hay, ni la milpa encaña, aunque como muy bien dice Augusto Arturo García la tierra de aquí es delgada, que con poco agua se moja y puro se encañan los cultivos. El pueblo en el que mi amigo Antonio y yo atravesamos para dar con este hombre y su plática fue Santa Cruz Papalutla. Pueblo de adobe y calles llenas de arena fina. Pueblo de los que Juan Rulfo hubiera sacado el mismo jugo, como lo hizo con los de Jalisco. El nuestro está a unos 30 kilómetros de Oaxaca.
Augusto volvía al pueblo con dos o tres mazorcas de rebusca y su machete. 'Siempre puede haber un colorín (serpierte extremadamente venenosa) cerca y ni te enteras. Son serpientes que desparecen rápidamente y que les gusntan mucho las arrieras (hormigas).' Desparecen, una palabra a la que le ha desaparecido la a, pero es la auténtica para Arturo. Dio para una plática remansada el encuentro con Arturo. Nos preguntó que de dónde éramos. De España. '¿Y a cuantos días de avión está éso?', menuda pregunta por lo que uno puede preguntarse a su vez. No sabía ni que existía España, y menos cuánto se podía tardar. Imagino que el se imaginaría destinos larguísimos. ¡Y qué más daba! En un tiempo tan calmo como el suyo el tiempo casi no contaba. '¿Le puedo fotografiar?'Bromeando me contestó, 'Si pudiera irme yo con la foto a su país.'
Allá quedaron esas manos retorcidas, allá quedó Arturo el del tiempo sin tiempo, Arturo al que le encantaba la plática, un Arturo alegre, lleno de color.