miércoles, 3 de septiembre de 2008

E MORREN DE SAUDADE NOS XARRÓNS (Y MUEREN DE SOLEDAD EN LOS JARRONES)



Entro directamente en Ramiro Fonte y su poema acogedor del libro 'A ROCHA DOS PROSCRITOS':


AS FLORES CIDADÁS

As flores cidadás son compañeiras,
Teñen nome de parvas margaridas
Que medran nos camiños portuarios,
Entre vellos raís, mercadorías,

Asombradas polas xigantes grúas
Que estiban con destreza as horas mortas,
E así as van desprazando polo ceo
Como se fosen deusas mitolóxicas.

As flores cidadás son esa rosa
De ninguén, de ningures, sempre libre:
Caeu nos parques longos e nas rúas
Que nos viron pasar, sendo infelices,

Flotou nas augas mortas dos estanques
Como cabelos de afogada noiva,
E arde como coitelos de mariños,
Pelexando, fatais, por esa rosa.

Tamén son semellantes ás camelias
Porque desfollan días dun inverno,
E xiran nas esquinas eses días,
E son vagos papeis, cosas sen prezo.

Descoñocidas flores cidadás,
Que amoucan no sombrizo corredor,
Na man secreta dos traidores murchan,
E morren de saudade nos xarróns,

Na pátina lustrosa dos pianos
Como morre sen ceo algunha estrela,
Nas coroas dos mortos paseantes,
Pero tamén nos versos dos poetas.

Sobreviven nas páxinas dun libro,
Na fiestra dunha casa ruínosa,
Pero de daren sombra a algún camiño
Prefieren os sendeiros das aforas.

As flores cidadás son verdadeiras,
E alíanse connosco doadamente,
E son leais incluso cando saben
Que nós xa as traizoamos moitas veces,

Que deixamos a vida e renunciamos
Ós poderes do mundo, a tanta cousa
A cambio dunha rosa de papel,
Todo a cambio daquela falsa rosa.




Ahora me toca verterlo al castellano, aunque se entienda bastante bien:

LAS FLORES CIUDADANAS

Las flores ciudadanas son compañeras,
Tienen nombre de tontas margaritas
Que crecen en los caminos portuarios,
Entre viejos raíles, mercancías,

Asombradas por las gigantes grúas
Que estiban con destreza las horas muertas,
Y así las van desplazando por el cielo
Como si fuesen diosas mitológicas.

Las flores ciudadanas son esa rosa
De nadie, de ningún lugar, siempre libre:
Cayó en los parques largos y en las calles
Que nos vieron pasar, siendo infelices,


Flotó en las aguas muertas de los estanques
Como cabellos de ahogada novia,
Y arde como cuchillos de marinos,
peleando, fatales, por esa rosa.

También son semejantes a las camelias
Porque deshojan días de un invierno,
Y giran en las esquinas de esos días,
Y son vagos papeles, cosas sin precio.

Desconocidas flores ciudadanas,
Que se sienten apagar en un sombrío corredor,
En la mano secreta de los traidores marchitan,
Y mueren de soledad en los jarrones,

En la pátina lustrosa de los pianos
Como muere sin cielo alguna estrella,
En las coronas de los muertos paseantes,
Pero también en los versos de los poetas.

Sobreviven en las páginas de un libro,
En la ventana de una casa ruinosa,
Pero de dar sombra a algún camino
Prefieren los senderos de las afueras.

Las flores ciudadanas son verdaderas,
Y fácilmete se alían con nosotros,
Y son leales, incluso cuando saben
Que ya nosotros muchas veces las traicionamos,

Que dejamos la vida y renunciamos
A los poderes del mundo, a tanta cosa
A cambio de una rosa de papel,
Todo a cambio de aquella falsa rosa.



Imagino a esas margaritas de Ramiro Fonte en el Ferrol, cerca de su pueblo natal, Pontedeume. Y, sin irnos de La Coruña, dirigiéndonos hacia Porto do Son, es donde yo presento a mis flores ciudadanas: unas umbelas, unas gramíneas y unos dientes de león. Los dientes de león, esas flores que aceptan tantos deseos como ganas de soplar tenga uno, con su amarillo encendido. La fotografía está tomada en los primeros días de agosto de este año y, el lugar, la carretera que atraviesa el pueblo. Cualquier rincón aprovechan las flores ciudadanas, cualquier rincón para entregársenos. El bordillo amarillo de la foto: prohibido aparcar, pero para las flores nunca hay un prohibido salir. Luego vendrán con máquinas o con herbicidas, pero salir, saldrán. Saldo positivo es siempre la flor espontánea. Hasta se deja pisar y no se da por muy herida. No es esa flor de jardín salpicada de esmero que un pequeño roce podría lastimar.Las flores ciudadanas no entienden de riesgos, entienden de ímpetu y de oportunidad. Y para mí, hombre de campo que vive en la ciudad, las flores ciudadanas me salvan muchos instantes la mirada pura.