viernes, 10 de octubre de 2008

Colores sencillos







La energía como custodia clara
de mi afluencia al suelo
como custodia de la alerta llovida.


Vuelvo a las hojas como a ellas las vuelve el viento. De niño eran brazadas constantes las que nos lanzábamos incansablemente. El olor a hoja muerta me brota sólo en las choperas con alma de río. Un olor vivísimo, de genial juego, de pirueta sonámbula. Vieja canción a ritmo de bulería, cuantos recuerdos que no entornan la simple, mi simple pero sustanciosa infancia. Ahora, el liquidámbar de debajo de mi casa es un decir absoluto del color, entre él y yo no hay penumbra, ni si quiera la distancia de un quinto. Sólo el compromiso de verlo cada mañana, alternar su evolución cromática con mi paladar y sonreir ante algo de lo que soy un privilegiado.