sábado, 14 de febrero de 2009

El pastoreo de las palabras a través de Gregorio




Las fotografías del acueducto de Segovia son de finales del año pasado. Muchas veces he tenido a Gregorio presente cuando he pasado por el acueducto, cuando lo he contemplado. Pero son ahora las múltiples grúas las que me han llevado a pensar en lo que escuché de dicho señor de Tarancón, Cuenca.

Año 1996, escribí:

Gregorio, sonrisa helgada y bonachona y setenta y dos años de vida en Tarancón. Es de las personas que renuncian a comprar cordones para las botas mientras existan cuerdas que aprovechar. Así es como lo conocí, con un par de botas traqueteadas, color crema, con dos tipos de cuerdas que las abrochaban -más bién parecía un zurcido. Fue un hombre de servicio toda su vida. Ahora, corpulento y trillado, aún se mostraba animoso en su jubilación a la hora de arar su huerto y su viñeja. Y lo hacía con un mulo al que le tenía unido un pequeño arado de vertedera; o sea, un oasis de vieja fuerza entre tractores y caballos mecánicos.
-Soy de Segovia, le dije tras saludarnos.
Gregorio me confirmó su única visita a mi ciudad donde debió admirarle el acueducto no sólo por su figura y sus múltiples arcos: hubo en él un traspaso de lo propiamente artístico y funcional de la obra de ingeniería. Fue con respecto a la laboriosidad, intervención y desgaste de fuerza a fin de conseguir las moles cuadradas de granito.
-Me imagino a aquellos hombres careando las piedras.

Año 2009, escribo:

Gregorio como hombre de campo probablemente no hubiera utilizado en su hablar diario la palabra 'tallar', 'esculpir', pero seguro que había visto cómo las ovejas transitaban por las hierbas reduciéndolas a milímetros, careando la hierba. Ese acto de traspasar una palabra de una acción a otra es lo que me fascina del lenguaje que utiliza la gente. Ese acudir de la palabra que no hace sino realzar el oído de quien sabe escuchar y, sobre todo, si tiene la escucha y la vista careada por la literatura. Ahora son las grúas las que hacen literatura rápida, perdón, las que levantan los edificios.

Gregorio me dejó otra palabra de ensueño que presentaré y que anticipo, aunque nada de ella dicen los diccionarios y que la volví a escuchar cinco años más tarde en Cuba con el mismo significado: Brujones.

2 comentarios:

Shandy dijo...

El acueducto luce más sin las grúas, pero tiene razón Gregorio: imaginarse a aquellos hombres "careando piedras"! Es curioso como cambian las perspectivas de las personas. Gregorio, piensa en el trabajo. Recuerdo a un niño que preguntaba, pero ¿cómo iban los romanos a construir una muralla si no tenían grúas?
Segovia me recuerda a mi ciudad, porque es pequeña y tranquila -excepto cuando los madrileños la invaden-, aunque es mucho más bonita, más monumental y está más cuidada. Pero su muralla hummm ... Paseando por esa muralla, me imaginaba a don Miguel de Unamuno apostado sobre ella y mirando a lo lejos las tierras castellanas.

"Brujones", tiene enjundia la palabra, ya nos contarás.

(Abilio Estévez, un descubrimiento:)

ybris dijo...

Es iluminador ese pastoreo de palabras al que se ve que te has dedicado desde hace tiempo.
Yo también tengo palabras espigadas junto a personas que traté. Algunas tienen explicación y otras no como me sucede con la palabra con fonética /ainar/ que encontré en tierras alcarreñas con el significado de ahogarse por culpa del viento fuerte que a veces choca contra la cara.

Ya contarás de otras.