miércoles, 26 de agosto de 2009

Envenenado

Había llovido tanto durante la noche que la tierra del rancho ya estaba empleada en barro al amanecer. Miguel Barroso Briceño acudió a su trabajo de arriesgado domador de caballos salvajes. Domar a un caballo sobre el barro era imposible por lo que decidió volver a casa. Al llegar vio el felpudo restregado y tras el umbral de la puerta unas huellas que no confundió. Eran las de las voraces botas de Arrumategui Tejada, el patrón de la mejor yeguada del estado de Bravo. Cerró la puerta con calma y se dirigió a la plaza. Se celebraba el habitual mercado donde la venta de serpientes venenosas constituía un renglón más entre aquella normalidad de frutas, tejidos y comestibles diversos. Quería una serpiente única, una serpiente sin domesticar.

-¿Venenosas?, preguntó Barroso para despejar dudas.
- De diez segundos hasta de dos días, depende para qué. Muy hábiles, se lo aseguro.

Allí estaban, dentro de un cesto de mimbre bien trenzado.

-Quisiera verlas para elegir.

Nunca dejaba el vendedor que la gente levantase la tapa del cesto. Miró a los ojos de Barroso(unos ojos pisoteados, pensó).

- Puede escoger la que quiera, hay garantías.

Destapó la cesta. Barroso acercó los ojos a aquel inquieto revoltijo. Miró durante varios segundos. Con la tapa en la mano el vendedor le escuchó: 'Nunca me gustaron las serpientes tan dormidas'.

Barroso se fue a esperar a la cantina. Ya trasladaría el veneno.

4 comentarios:

Amparito dijo...

Hasta los besos se vuelven veneno si te los guardas dentro
Dar hasta el veneno

voverlo creación, porque no

Besos con antídoto

Meri Pas Blanquer (Carmen Pascual) dijo...

Encantada de llegar a tus dos rincones, mucho dices y bonito.

El poema que me regalaste de Desnos ha sido espectacular, así como para que a una le tiemble todo.

Gracias por tu aporte.

Abrazos.

Shandy dijo...

Buen texto, y nada fácil en su interpretación. Deja al lector ( al menos a esta lectora)con el paso suspendido. El texto es tan contenido como el propio protagonista, que sabe esperar pero no se da por vencido, aunque tenga los ojos pisoteados. Lo que no sé es si para Barroso Briceño una victoria absoluta podría ser también una derrota.

No puedo explicar por qué, pero este texto me lleva a una canción de Serrat:
A sangre y fuego,
a sangre y fuego,
te parto el alma
y me mato luego.
No tendré piedad de ti.
No tendré piedad de mí.
Morir matando,
matar muriendo,
sin piedad de ti,
sin piedad de mí.
Callejón sin salida:
así es esa malsana realidad.
Si me entregase a ti me despreciarías
y si te venzo me odiarás.

Anónimo dijo...
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