viernes, 4 de septiembre de 2009

Encarna



Cuando sólo vemos madera en una puerta salimos a flote. ¡La densidad de la madera! ¿Quién no vio un tronco flotar? La puerta de madera vieja encarna vidas. Encarna. Pudo ser ella. Ya sé, verbo encarnar, pero también podría haber dicho encara vidas. Pero digo encarna, algo más relacionado con lo que tenemos debajo de la piel. Ya veis, el lenguaje y sus ringorrangos. Ringorrango, una palabra utilizada por mi padre cuando para acceder a algo costaba lo suyo debido sus laberínticas muestras, sus intríngulis. Pues, retomo, la puerta vieja encarna vidas. ¡Pero ay de la puerta si tiene gateras y otros agujeros! Entonces si que dejamos de nadar, la misma puerta nos agujerea y nos hace, no hundirnos, sí, en cambio, bucear. Cada agujero es oxígeno, es maullido, es una mano que abría sin llave, era una mirada para ver pasar, era entrada de viento. Tantas cosas encarna una puerta así.


El relato que tenéis seguido es de David Valdés Barrios. Amigo de jazz a quien le dedico el tema de Cannonball cuya traducción (me atrevo) sería 'No puedo comenzar'.
Para disfrute de los que aquí venís:


Las puertas crean esa triste ilusión de hacernos creer que hay algo al otro lado. Las puertas son nuestros ojos, que violan el mundo, como repleto de cajitas selladas. No hay otro lado, todo el tiempo es otro lado, todo bajo una misma tela. Ver es disparar contra las cosas, la visión es algo que participa, que construye el mundo, un mundo que es el único de muchos posibles, todos y ninguno me pertenecen. Como conformarse con mirar pudiendo ver.

El polvo de estrella escapa a tu retina, y entonces es el caleidoscopio de impresiones por segundo, el cine de sombras danzando por la esquina, la flor de la luz desnuda de cáscara de nuez. Ver es empezar a no entender, el camino sin camino, el camino que siempre vuelve.

Radiografía de luciérnagas sobre el agua sangrando azul y amarillo, elementos entendidos separados que aparecen fundidos ante la retina como una fiesta de color; del color, a la palabra, de la palabra a la idea y de ahí a la muerte, que es el volver a empezar.

4 comentarios:

ybris dijo...

La ilusión de las puertas no tiene por qué ser triste.
Siempre dejan lugar a la esperanza de la sorpresa.
Todo es cuestión de saber mirarlas.

Un abrazo.

Shandy dijo...

Tempero, hablando de "intríngulis":
Abierto-Cerrado, son antónimos "complementarios". Es decir, el significado de uno excluye al otro.
Para un lingüista, una puerta está "abierta" o "cerrada", un significado puramente denotativo.
Ah! Pero por suerte no ocurre así a la mirada de los poetas. Para ellos hasta las puertas cerradas permanecen abiertas, y a una mirada "Encarnan vidas", y a otra son como "Cajitas selladas"... Los "Ringorrangos" del lenguaje, métaforas, símbolos, comparaciones.

Me gusta esta trilogía y, de momento, me detengo en el umbral de todas estas puertas con la mirada sorprendida y atenta.

"Ver es empezar a no entender"...mmmmm Cierto lo que dice David. Pero "Ver", es también "Haber visto"... Ah, "De la palabra a la idea", los intríngulis del lenguaje, amigos.

Puertas!...

Hay puertas de entrada, hay puertas de salida y hay puertas de entrada y salida. En los cuentos infantiles siempre había tres. Dos de ellas sólo eran de entrada. Y sólo una ofrecía la posibilidad de una airosa salida para el protagonista.
"El llamador", es un micro de Shandy... No sabe todavía si la puerta que atraviesa el protagonista tiene salida. Ya os lo contaré.
Besos de buenas noches para los dos autores, que se me cierran las puertas!

Anónimo dijo...

Que vida encerrará todavía la madera/separada aun de su tronco madre/y que todavía nos habla con sabia
Nos habla


http://escalambrujos.blogia.com/2009/090101-la-masia.php

Caminante dijo...

Qué magia guardan los viejos caserones, casas derruídas, casas abandonadas, quizá simplemente dejadas... dejadas a su suerte, a la espera de que el tiempo realice su trabajo ¿pensaban que se mantenían solas?
Esas puertas, sus herrajes carcomidos por el orín ¡cuanta belleza guardan!

Besos. PAQUITA