miércoles, 14 de octubre de 2009

Silencio nuestro por voz de ellas





Ante la naturaleza no advierto desengaño.
Considero que lo que crece donde los humanos es la raíz usurpada.
Siempre usurpamos raíces.
En la ciudad ocurriría lo mismo. De una forma más lenta, quizás.
Lenta es la sabina, su proceder a largo plazo.
En una más que posible edificación de pastores las tenemos.
Silencio nuestro por voz de ellas.
Así es la naturaleza, sin alharacas.




Robo este tema a Sofía para ejercer mi derecho, no al desengaño, que bastante lo estoy, sino a la pasión por las cosas que emergen.

3 comentarios:

virgi dijo...

Me traes el perfume de árboles antiguos y nombres hermosos: los digo y algo se me remueve...encina...sabina...

Gracias Tempero, por tus reflexiones y esos flechazos de lucidez que compartes.

JosepMª dijo...

Recuerdo, de mi infancia; que para socarrar el pelo de los cerdos (el dia de la matanza) usaban, en mi pueblo, aliagas y sabinas.
A los niños nos dejaban chamuscar las patas.
Y siempre procurábamos coger las sabinas, que no pinchaban.

Menos mal que pronto aparecieron los mecheros de gasolina, desbancados rápidamente por los de butano.
Y las sabinas volvieron a crecer (lentamente)
sin miedo al serrucho.

Siempre que salgo al monte,
paso mi mano por alguna
y atrapo su aroma,
que aspiro con deleite.
Y gozo.

ybris dijo...

Eso tienen la naturaleza y la ciodad:
son la voz de nuestro propio silencio.
A condición, claro, de que el silencio sea sonoro y hondo.

Abrazos.