martes, 17 de noviembre de 2009

Encarna



Treinta y cuatro. Ese es el número que abanicaba a una plaza y a una fuente. Ese número es el que me dijiste donde detenerme. No estaré, me anunciaste, Ella sí. Ella te contará, son ochenta y cinco años de decires, cuentas, historias y secretos. Puede que halles la plaza demacrada, desposeída de todo lo que fue. Esa es una historia lenta y triste. Pero Ella, verás, es instantánea en decidirte por un paseo emocionante. Dile que vienes conmigo, mejor, que vienes de mi parte, o que surges de los prados, o que has remontado el río. Si todo éso le dices, Ella te dirá. En principio verá a qué hueles; si hueles a palabras mías no fingirá y te dirá del redondel de vida de su casa. Ya te comenté que zanjó su actividad. Ya te conté lo que Ella me contó sobre un novio que tuvo que la rondaba. Pero de Ella sale más templado. Son las historias necesarias de que te hablé. Es el treinta y cuatro, no lo olvides. Ese número ya no abreva de la fuente que ya no está en la plaza. Pasó ya tiempo mas no la exclusiva del hombre por derribar. Aprovecha y dile que yo...



Debaju la tu ventana
quité un canto y puse dos
en a cama que tu duermes
bien cujuíamos los dos,
con aire.

Quien pudiera ser el cravu
donde cuelgas el candil
para verte esnudar
y a la mañana vistir,
con aire.

Tu padre y tu madre dicen
que no les deju dormir
ventura tiene tu casa
la que no me deja a mí,
con aire.

Ya sé que estás en a cama
ya se que durmiendo no
ya sé que tienes la mano
donde el pensamientu yo,
con aire.

Si supiera que cantando
daba gusto a mi morena
toda la noche cantando
y a la mañana durmiera,
con aire.

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