jueves, 29 de enero de 2009

La abrupta sensación de ser empujado por la palabra

En la última parte de "Tu rostro mañana, 'Veneno, sombra y adiós'" de Javier Marías, dentro de su particular debate con el lenguaje, el protagonista, Jacobo Deza, hace mención al vocabulario utilizado por la joven Pérez Nuix, inglesa con ascendencia española:

"Hasta su vocabulario era escogido y preciso, de persona leída, no se me había escapado su utilización de vocablos no demasiado frecuentes, 'arrumbados', 'encomienda', 'rasos'. Tal vez era, pese a su ascendencia paterna, como esos ingleses que han aprendido mi lengua más en los libros que hablándola, y su español resulta libresco."

A parte de seguir disfrutando con la novela, fui guiado de inmediato a mi diccionario donde tengo apuntes a pie de palabras que han sido dichas a lo largo de todos estos años por personas y en situaciones diversas. Fue por la palabra 'arrumbados'. Hay palabras, a mí me sucede, que acaban pudiendo con todo el relato de una persona. Una de ellas es ésa. El dos de mayo de mil novecientos noventa y siete en un viaje hacia Cabeza del Buey, Badajoz, me paré en un pueblo chico llamado Galizuela. Razón: vi aun señor sentado en un pretil junto a una vaca.

-Buenos días.
-Buenos días, dijo.

Cesáreo entonces tenía ochenta años de miradas para desenredar con mucho gusto, dos colmillos sepultados de sarro, piel arada por el tiempo y ojos azules de gavilán.
Me han fascinado siempre esas miradas largas, repletas de serena soledad, esas miradas de horizonte que ocultan un enjambre de sentimientos. En el fondo son miradas tensas, repetidas y tristes. Miradas que han desgastado mucho terreno y donde la ilusión apenas coloca guijarros de colores y mantos aromados. Miradas silenciosas con mucho de qué hablar. Así es como miraba Cesáreo las aguas del Zújar cautivadas por el embalse de la Serena. O quizás dirigía sus ojos al terreno yermo que no había sido anegado: tierra pizarrosa e inmóvil.

Seguramente la base del pretil de la antigua carretera de Cabeza del Buey vio tanto como él. Y como Galizuela, su pueblo. Las casas delataban lo que él fue observando durante largos tiempos: esplendor, abandono y huida. Después de hablar del entorno, de las dedicaciones de la gente, del abandono del pueblo por mucha gente apareció la palabra. 'El pueblo está arrumbado. Las mejores tierras se han quedado dentro del pantano. Aquí ya no hay nada.' Le vi constantemente desconfiado. Dijo que ya lo tenía todo hecho y que firmaba 'la boba' al principio de los meses (la pensión). Su vaca 'Bruja' era quien le acompañaba.

He traido aquí esa palabra satélite como yo llamo a todas las que me rondan de manera definitiva en este presente.