domingo, 1 de febrero de 2009

Pedro Delgado Gómez








Esta miscelánea de fotos que presento se explica con una palabra tremendamente acogedora para mí: encuentro. Tenía una ilusión este último sábado de enero. Perdón, teníamos. Pedro me había dado su teléfono, yo le había llamado el viernes por la noche. ¿Mañana a las 10? De acuerdo, en la Plaza de San Juan. Y allí estábamos los dos medio nerviosos, después de habernos correspondido en muchos correos, intercambiándonos canciones de flamenco en lo que hemos dado en llamar nuestra pequeña antología. Y allí estábamos conociéndonos ya medio conocidos, ante varios cafés. Que si mi profesión, que si los niños, que si la escuela, que si aquel gemelo tocaor murió, que si mis vídeos, que si Federico, que si la peña, que si el mundo de los blogs. Pues mira si nos ha servido, Pedro. Ya somos algo más que dos pantallas inquietas a trescientos kilómetros de distancia. Estuvimos recorriendo el silencio de ese Cáceres alto y bello. Me llevaste al aljibe. Luego te daré un poema por haberme llevado hasta allí, hasta el Palacio de las Veletas. Seguimos entre las voces de las piedras hasta dar con esa plaza de los Derechos Humanos, que vaya ironías contiene, prohibido (en bajito te dije el lema francés, 'Prohibido prohibir') y ese escudo que ni siquiera habías reparado hasta ahora, por suerte ya no vuela ese águila. Y allí, en pleno día de bullicio, donde niños y colegios daban alas a la paz en su día. Como tú eres, Pedro, libre, sencillo, acogedor, como un algibe. Gracias por haberte conocido. Te regalo esa bulería de nuestro gran Manolo Franco con título 'Aljibe'.




Algibe

No, no soy un agua encrespada.
Debí caer y quieta me hallo y
del reposo luego daré
una embestida a la boca sedienta,
a la boca que quiera detenerme.