sábado, 7 de marzo de 2009

El i-limitado reptar de las palabras




Dejamos Córdoba, sus ríos y sus poemas para entrar en la escucha de las palabras. ¡Y qué mejor sitio que un mercado en la calle para ello! Uno despliega el oído y se encuentra con un sinfín de palabras y expresiones que se ajustarían como un guante a una prosa de lo más seductora. Os propongo: si os digo 'precios de cartera' probablemente así, en seco podéis pensar que se trata de lo que valen las carteras. O cualquier otra cosa. Pero uno va por el mercadillo y oye a la señora que aparece en la foto decir: 'Bolsos de l-imitación de piel a precios de cartera'. ¡Cómo no me voy a detener a captar ese instante tan literario! Sí, así lo considero. Y os juro que mi oído aún da para mucho. Seguro que en su mente tenía el concepto de 'imitación' de piel, oye que la señora era honrada, que no mentía, que no nos engañaba, que eran bolsos de imitación, que serían de piel sintética y mala, de esa que se despelleja al hacerle una mínima caricia. Pero repitió hasta la saciedad 'limitación de piel'. Estaba siendo doblemente sincera con una sola expresión: bolsos malutos con la piel limitada. Pero ¿y lo de a precios de cartera? ¡Señores de la Academia!, los tiempos de crisis son cruciales para ajustarnos las carteras, para no dejar volar los billetes, y los precios de cartera son los que son y nunca serán lo que no querríamos pagar. Porque en la cartera de un comprador/a que acude a los mercadillos ya hay una condición y es la de ser escasa o, al menos, parecerlo. Y si no fíjense en el marido, no lleva cartera y tan repleto. Así que cuando queráis preguntar por el valor de una cosa no os cortéis en decir si tiene precio de cartera. Y, hala, hala, a contárselo a los de la Academia.