lunes, 9 de marzo de 2009

Hoyuelos





Que no es como cuando entonces te tenía,
o me tenías, tanto da.
Aglutinabas de los sencillos juegos
su espacio más elevado, su textura de calle
ensamblada en nosotros.

¡Cómo te has ido escribiendo en mí!

Imagino sonidos que te siguen habitando,
son como una espontánea mansedumbre
decidida a rebajarme, por instantes,
al niño de indumentaria permanente, semanal.
Me divertí, aunque fueran rugosos tus inviernos.

Te rebota ahora mucha ruina
en su declamar de adobe,
de piedra, de abandono.
Bajo tus campanas no entro ya
como entraba con el agobio
de las rancias sotanas,
pero si da que las oigo, sereno
puede que mendigue
recuerdos al niño claro.

Si no te veo, si no entro en ti,
el porvenir de la ausencia está asegurado.
Pero, ¡ay! si te veo, viran los recuerdos
a la luz intensa, luz de ausencias.
Recuerdos con semblante de fugacidad.

Vigilante sigo a menudo,
en la alta memoria. Muy elástica
es aún la mirada de mimbre que en ti tuve.




Remembranzas (Juan Ramón Jiménez)
(A Manuel Reina)

Recuerdo que cuando niño
me parecía mi pueblo
una blanca maravilla,
un mundo mágico, inmenso;
las casas eran palacios
y catedrales los templos;
y por las verdes campiñas
iba yo siempre contento,
inundado de ventura
al mirar el limpio cielo,
celeste como mi alma,
como mi alma sereno,
creyendo que el horizonte
era de la tierra el término.
No veía en su ignorancia
mi inocente pensamiento,
otro mundo más hermoso
que aquel mundo de mi pueblo;
¡qué blanco, qué blanco todo!,
¡todo qué grande, qué bello!