martes, 7 de abril de 2009

Arcadio



Hervían las calles de Arenales. Los que entraban desde Fauces, por un costado del pueblo; por el otro, los que venían en barco desde el otro lado de la bahía. De Hundual, el resto. Herramientas y comida era la usual compra. Y las tabernas, para poder hacer el viaje de regreso que algunos retardaban por haberse anclado en exceso en las maderas somnolientas de los relatos de la noche. En cada mesa de cada taberna siempre había una historia, te sentabas un rato y siempre alguien acababa a tu lado diciéndote: 'Hermanos, dejé en Fauces, siete hijos doblando su suerte'. Y claro, dicho así, tú no puedes callar. Y eso es lo que nos dijo un señor que se sentó a nuestro lado mientras tomábamos una cerveza. Vine a comprar este saco de sogas/¿Y para qué las quiere Usted?/Para tener bien amarrada la suerte. Ya tenía unas cuantas copas el señor. Aun así, dimos plática durante dos horas. Bien nos dijo: 'El alcohol da humanidad y le da al día un perfume de noche fiera.'

Sabíamos que el tren continuaba a lo largo de toda la costa hacia Hundual, pueblo de pescadores. Cuando tomábamos el tren hacia allí, en sentido contrario partía otro hacia Fauces. Nuestro tren era resplandeciente, bajo el de Fauces gobernaba la sombra. Coincidimos en la mañana con Arcadio, justo antes de montar. Estuve allí toda la noche, ¿dormieron Ustedes?/ Sí, en una pensión cercana a la taberna./Les deseo buen viaje a Hundual, pueblo de redes, yo me voy con las maromas. Arcadio era pocero en Fauces, nos contó que el agua solo salía si la buscabas, que era pocero de profundidad porque no había otra, que el agua se sumía constantemente. 'No dejen de ver la Isla de los Albatros', nos dijo.

El tren arrancó hacia Hundual y ya el mar estaba lleno de siluetas aladas. Todo el mundo iba pegado a las ventanas. Ella, enfundada a mi oído me dijo:

Le Poète est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l'archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l'empêchent de marcher.

Yo, acordándome de Arcadio, le devolví:

Car j'éprouve une joie immense quand je tombe
Dans le gosier d'un homme usé par ses travaux,
Et sa chaude poitrine est une douce tombe
Où je me plais bien mieux que dans mes froids caveaux.

El tren ya era mar. Nosotros sueños dentro de un poeta en el aire y Arcadio sueño del vino.