sábado, 18 de abril de 2009

Verde, verde o su afonía


Río Baztán, a su paso por Elizondo


Siempre he vivido con la obsesión del agua. Nunca me ha parecido excesiva su caída. Quizás la desproporción de un agua torrencial me hiciese repensar por un momento este amor por el agua. Pero sólo por un momento, mientras me llevase la corriente. Fue agricultor mi padre y, ahora, también yo lo soy y sé que nuestra relación con el agua es caótica, extrema, abusiva, interesada. Pero deliciosa, sin duda. Sólo recuerdo un año en el que el cereal se tuvo que volver a arar en febrero. Fue en el año 92, un invierno seco, caluroso. Ni siquiera ahijaron las plantas. Entonces imaginé una expresión más para mis gamas de verde: un verde afónico. Ahora, siempre que voy por el campo pienso que no quiero que se repita ese verde que en primavera sería cuando menos triste. Días como hoy miro cualquier rincón inculto de mi ciudad y expulsa verde, trina verde. Y sobre el campo no digamos. Es una como una forma de entender lo sublime cada año. Vendrá el verano y se cerrará ese ciclo del verde para el cereal: para entonces espero haberme calado de color.