martes, 21 de abril de 2009

Al lado vs. Alado



Peter Matthiessen recorrió la Montaña de Cristal del Tibet para estudiar los hábitos del cordero azul himalayo. Pero lo que realmente deseaba admirar era el más escurridizo, hermoso y raro de los felinos: el leopardo de las nieves. Reflejada en el libro con título homónimo de dicho felino, su expedición naturalista se convertiría en una constante reflexión de la vida, un despojarse de las ventajas y ataduras de la civilización, un convivir con hombres y paisajes en su más elemental belleza. Bien lo diría con esta frase: "Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa".

Reproduzco un tramo de su libro:

La senda sigue descendiendo entre los robles. Trescientos metros más abajo hay un prado de montaña y, aquí, junto al cobertizo de piedra de un pastor, esperamos a Jang-bu. Me siento sobre paja y tibio estiercol contra las piedras soleadas. Aparecen un brillante escarabajo negro y rojo y un fornido saltamontes que se frota las briosas patas. Un grajo se deja caer sobre un cedro junto al río y también sus alas recogen la dura luz plateada del Himalaya. "Donde quiera que vayas, antes o después, aparece algún córvido", señala George Schaller, "y de todos los córvidos el que más me gusta es el cuervo. En Alaska, a 40º bajo cero, no hay señales de vida, ¡si exceptuamos al cuervo!"

Y ahora me toca a mí:

Aunque viva en esta ciudad, en esta capital del asfalto, aunque tenga la posibilidad de un campo al lado, prefiero un campo alado, el campo de al lado te lanza una correa muy visible y te dice, vuelve, que ya has terminado de visitarme, soy escaso, te entretengo, ves en mí tramos con ocasión de sueño, padeces hasta cierta nostalgia, pero tiene razón, tienes que volver a la ciudad, a la categoría de los pisos, de las vallas publicitarias, al excremento del dióxido de carbono, por éso, si tengo ocasión escojo el campo alado, que te lanza una correa invisible, que te fluye, te engloba, te planea, te fascina, te colorea, te sienta, te sientes que a él perteneces, que redundas en su idea, en su concepto, en su ser, ser en el campo alado es ser uno más, no eres exclusivo, es más, respecto a su entorno serías el de menos, porque sabes que todo lo que te rodea, circunda, absorbe, es parido para allí, y tú, al final, con todos tus libros en la cabeza, con toda tu poética, frenarás en un momento toda la tierra que te entra para sentarte cómodamente y pedir una cerveza, un café, o para hacer el amor en una cama, que aquí no, que sólo tendrías el agua, si es que hay, que comer sería sobre lo que conozcas, si es que conoces, que al principio tendrías que arriesgarte, que hacer el amor tendría un sentido animal, todo por tu campo alado, ése que está enfrente, alrededor de la mano que apenas destruye.