martes, 12 de mayo de 2009

Sementera




Por éso. Por éso conservo en mis bolsillos semillas de palabras que sólo germinarán bajo la única condición de que la sombra no les aturda. Luego ellas ya la proporcionarán, pero éso es otra cuestión. Siembro la palabra 'tierra' y lo que empieza a salir es un bulto mullido y jugoso que tenderá hacia una escultura donde las hojas serán de una finísima loza donde comer acompañado. Ahí quedará para cuando la guillotina desbroce la soledad. Siembro la palabra 'amor', para por si acaso, por eso de contrarrestar la penumbra. Y ojo, al principio la planta denota cierta carnivorosidad, ejecuta sombras como soles, no requiere riego, tan sólo la postura de un beso y el cebar unas palabras que, a poder ser, no se las lleve el humo. Reunidas esas condiciones, nos garantizamos el aroma de sus hojas que son flecos de piel y que te pueden hasta anudar los orgasmos para no desperdiciar de ellos un gramo. Siembro la palabra 'escarbar' y gozo por los perros que vendrán a limar sus uñas sólo por ejecutar entre sus dientes los frágiles huesos de cristal antes de que nazcan. Y si alguno logra medrar mucho, se que en árbol de ventanas derivará: subirme a él y abrirlas.

Y más semillas tengo, pero no doy pistas de momento de su fecundidad, de sus riesgos. Ahora voy a ponerlas en remojo pues la soledad es tan incauta que rápido te lleva a actuar y a prepararte adecuadamente.
Ahora, espectador de mi actor, figurante de espera soy.



Dos canciones para mi sementera


Oímos las campanillas de las mulillas.
Alguien canta mientras ara.
Se cantaba en las labores del campo, en la trilla, en la siembra.
Víctor Monge, Serranito, abre la guitarra en esta breve temporera como quien siembra notas a delicado voleo.




Oímos las ventanas al alma.
Vicente cuando quiere escarba, medra hacia el interior de la guitarra.
Y nos hace partícipes de brotes llenos de hondura en esta minera.