sábado, 19 de septiembre de 2009

Fatigas

Cada día entiendo menos esto que te digo, a ver, amada, explícame sino porqué patinan las abejas en las flores de los romeros del monte. Las he visto tantas veces afanarse en esas flores que tanto te dediqué en miel clavada que no sé ahora de su imposibilidad. Cada día entiendo menos esto que te digo, a ver, amada, cómo sacrifico yo este gran reloj de arena en que te espero cuando un pequeño terroncillo ha echo freno en el embudo, y yo que sopesaba tu espera y tú que girase el reloj que ya vendrías, se detiene el tiempo amada, los granos se estimulan en grumos. Y te beso, sí, lo hago en la distancia. Y antes tiraba una piedra a tu torso de hiedra, una piedra llena de granos de trigo, y al tirarla los pájaros rebotaban su vuelo para especiar al trigo que te habrían de ofrecer. Ahora pían, ¿qué les ocurre, no se mueven? Es igual, te beso sin distancia. Sé que al final haré de ti mi método para no entornarme.

(Disculpad pero antes de escuchar la canción hay un ofrecimiento de cerveza)




Ni el oro ni el diamante
p'a mi tienen valor.
Yo teniendo a mi compañero
me sobra de to.

Desgracia es la mía,
que negra es mi suerte,
que desgracia es la mía,
que negra mi suerte.

Si me viniera, compañero,
temprano la muerte
que ya no hubiese fatigas
tan grandes que pasé
por verte.