lunes, 28 de septiembre de 2009

Árbol genealógico de la escritura




¡Ay, la escritura!, nuestro andar más torpe de lo andado, de lo que otros han andado, de lo que andarán. Andaba ayer por una chopera y de pronto me puse a escribir a la par de mis pasos, era andar y bajar los ojos a las hojas, ahora que tiemblan las hojas de color, ahora que despiden su última clorofila, ahora que todo el cartonaje de sombra comienza a despedirse, y yo hablándome, escribiéndome, reescribiéndome, facilitando la entrada de un beso, encogiendo lo más posible la muerte
de a quién he querido tanto, abriendo las compuertas -quizás esta palabra ya la han utilizado mucho- del tiempo, denunciando el exceso de silencio y la falta de canto, y si me paraba iba más ligera la escritura, y si escarbaba, ahondaba a mis diez años fugándonos constantemente en el juego, y sí, al final, el paseo, el entorno, el retorno. ¿Y si escribo de verdad? Pues a ello, aunque sea nuestro andar más torpe, nuestro tropiezo asegurado con lo que otros hayan dicho o sentido de forma similar.