viernes, 23 de octubre de 2009

Mayte Martín




Acudir a un concierto de Mayte Martín es asegurarse intimismo, buen hacer y delicadeza. Cante flamenco o cante a poetas. Ella reconoció que en este último disco suyo están todas las Maytes. Mezcla estilos, deja entrever acordes flamencos, derrocha conmoción. Y a los que la venimos siguiendo desde hace mucho tiempo nos hace temblar. Dicho así, temblor líquido en un silencio radical. Agradeció la gran complicidad de sus músicos sin los cuales estos proyectos no saldrían adelante. Olvido Lanza cimbreando sobre su violín, haciendo las mismas sílabas ensimismada cuando le tocaba silencio; Chico Fargas vaciando sus manos en la percusión; Guillermo Prats haciéndose pulgares en el contrabajo de fondo; y José Luis Montón elevando la segunda guitarra constantemente.

El concierto siguió fielmente su disco último: 'Al cantar a Manuel'

El poema que presento a continuación es uno de los que más me gustó. Me toca fibra.
El campo descampado. La mano que tanto ha intervenido en el campo muere, se esconde.
El poeta recuerda su campo interior de Málaga. Mayte aludió a la forma que tiene el poeta de tratar la muerte: 'de una manera dulce y nada dramática'.
Os dejo el poema de Manuel Alcántara y su música doble, la intrínseca y la que nos bendice Mayte.

al sur de los limones

el campo esconde manos, las entierra
al sur de los limones, tierra adentro
vivir se queda huérfano de manos
del nativo decálogo del cuerpo.

tantas utilidades escondidas
residen para siempre en el silencio...

un haz de manos quietas es la muerte
yacimiento de manos es el tiempo
debajo de la tierra no hay saludos
los muertos no conocen a los muertos.

Manos migratorias




Glup 2.0 es un blog en el que el electrocardiograma literario jamás es plano. Cierto es que la mujer tiene una preponderancia en ellos, en el blog y en Pedro, su domador único y absoluto. Siempre hablando de palabras y emociones, claro esta. Nada de circo. Allí me presentó esta entrada que hoy reproduzco aquí para quien quiera, la conozca ya o no: http://glup2.blogspot.com/2009/10/tempero.html



Voy por la senda del morir más clara
y de toda esperanza me retiro;
que sólo atiendo y miro
adonde todo para,
pues nunca he visto que después viviese
quien no murió primero que muriese.

Lope de Vega

(Égogla a Claudio-EL DESENGAÑO)



La pintura se iba a desconchar

No, no llamen si creen que es la puerta del cielo.
San Pedro no os atendería. Pedro existió, fue mi amo.
Murió hace muchos años. Yo también, pero aún hice por mi cuenta cinco años.
Yo soy Bernardo. Me llevaron a un herrero en mi edad madura, a los diez años. Pedro le dijo a Paco, el herrador, mírale la cara, mírasela bien y hazme un llamador con su rostro.
Yo venía de las piernas de Ella, cuando aún era plumón.
La casa donde vivíamos ya está cerrada. El desconche de la pintura es el gesto más inoportuno de lo que se barrunta. Allí hubo vida, generosidad y estímulo. En la casa, en su patio, alrededor de sus kentias luminosas.
Yo ladraba maduro. Viene el juez, decía Pedro. Ladraba redondo, viene Ella. Ladraba descolocado, y pasaban chicos por la calle. Ladraba y quedaba quieto, llegaba Mauricio y metía las cartas por la ranura de la puerta.
Mauricio me toco cuando era plumón porque era vecino de Ella. Mauricio me sentía quieto y decía desde la calle, hay una de Ella.
Le daba las gracias como quien ladra.
Pedro la creía muerta hasta que llegaba una carta.
Vino Ella conmigo a la casa. Unos meses y se fue. Entonces Pedro me llevó al herrero. Y Ella, ... no sé. No sé adónde se fue.
Ella me rascaba, siempre.
Pedro metía sus cartas entre maderas olorosas. Mis ojos eran tristes.
Bernardo, vendrá, me dijo un día con la convicción de un ladrido. Pero Él no era perro y yo olía de largo las cartas.
No vino. Murió mi amo, Pedro. Y yo supe que la pintura se iba a desconchar.





Luego, si me atengo al ocio de la escucha y del escribir, os vincularé al concierto al que asistimos anoche en Madrid de Mayte Martín. Vaya uno de sus mejores temas (definida por Mayte como una grandísima carta de amor: En aquel tiempo



Manuel Alcántara

En aquel tiempo

Yo tuve el corazón capaz de lluvia.
Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.

Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.

Me fui quedando acompañado y cierto,
entendido en los bosques de mi jungla,
leñador orgulloso de raíces
que no debieron nunca estar ocultas.
Lo de siempre se puso a ser distinto:
el mar entero cupo en una urna,
el hielo de los vasos provenía
de una lejana nieve, nuestra y única,
mis manos migratorias se quedaron
a vivir en tu tierra más profunda
y en mi boca, de siempre descontenta,
dimitían de pronto las preguntas.

Presenciadas por dos cambian las torres,
la muerte aplaza sus gestiones últimas
y estar vivo se agita y condecora.
La muerte debe ser como un espejo
donde uno mira y mira sin ver nunca.
Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa
ninguna muerte ni ninguna duda.
Te hablo desde febrero y desde siempre:
sabemos del amor por lo que alumbra,
por lo que tuerce y acrecienta y rige,
por su forma de andar en la penumbra...
Y así, sobre semanas perseguidas
izamos con esfuerzo nuestra alma.