lunes, 25 de enero de 2010

Microrrelato 8: Lo sucedido (II)




'¿Por qué me prestas tanta atención?', le dijo el gato negro a Ella.
Después de todo lo sucedido, Ella prefirió callar.

12 comentarios:

Shandy dijo...

Y por qué pienso en lo perverso? Por qué intuyo rabia contenida en la pregunta y resignación en la respuesta... Es totalmente subjetiva la interpretación pero a mí me sugiere el micro esos sentimientos. Imposible olvidar aquello de que "todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas". Entre la pregunta y el silencio, se oculta una fantástica tela literaria.
(Meigas fóra!)

Tesa dijo...

Yo me sé otra versión del cuento.
Te dejo un beso, Tempero.

alicia dijo...

Lo mejor de los microrrelatos es que a veces encierran enormes historias. En este se atisba una larga secuencia de hechos y consideraciones que han arañado de un zarpazo mi curiosidad...

Tempero dijo...

Querida Shandy, has dado en el clavo, sí. Ahora lo deberías introducir más. Pero el caso es que no estás en mi cabeza que soy el que conoce lo sucedido. Pero tú ya lo sabes: necesarias son las fornituras para rematar esas telas.

Fóra e que vaguen por alí.

Tempero dijo...

Tesa, y yo me sé, al menos otras dos versiones más. Y ojo, que una es real y la otra ficticia.

Acojo besos o maullidos.

Tempero dijo...

Alicia, lo mejor de los microrrelatos es que con frase y media despachas lo que eres capaz de imaginar con cientos de páginas y que, por falta de tiempo, por incapacidad o por lo que sea eres incapacidad de ejecutarlo. Unos cuanto hechos sucedieron antes de llegar al cementerio, lugar de acomodo final del gato.
A mí aún no me ha sucedido nada, sólo que he dejado una pequeña huella en forma de palabras. Tu huella es más bella, esas ramas torneadas en la arena.

Amando Carabias dijo...

Y el silencio duró mucho tiempo...
Tanto como una sombra.

Tempero dijo...

Silencio y sombra, Amando, se habrían ido con un simple chistar.
Hoy volvemos con la blancura a Madrid, otra forma de aparcar la negrura.
Abrazos.

JosepMª dijo...

Mi abuelo, de joven, habia sido arriero.
Me contaba que, cuando iban a vender los capullos de seda a Reus, comian en el _Mas de la Coixa_

La posadera les decía:
-Comed libre, muchachos!

y era gato.

JosepMª dijo...

Lo siento.
Escribí mal:

Mi abuelo, de joven, había sido arriero.
Me contaba que, cuando iban a vender los capullos de seda, a Reus, comían en _El Mas de la Coixa_

La posadera les decía:
- ¡Comed liebre, muchachos!

Y era gato...

Tempero dijo...

Josep María:

Hay que ver cómo te traiciona el sentido de lo libre.
La verdad es que no me encajaba pero tu corrección me sirve de aviso para cuando el manjar sea liebre. O conejo, quien sabe.

Mi padre me contó que en una ocasión estaban comiendo liebre en una casa con bastante apetito y uno de los comensales emitió un maullido intencionado y relevante. Uno de los comensales se levantó y vomitó.
Y no era gato.

Nikté dijo...

¿Este es el final o hay más?
Es que si no es muy abrupto
¿No crees?


Lo he disfrutado mucho.
Gracias, flamenco