miércoles, 27 de enero de 2010

Lo sucedido (I)



Érase una vez una papelera. Sobre ella estaba comiendo un gato. Lo estaba haciendo a lo grande, diríase que se teñía mientras probaba bocado. Al abrir la puerta, primero la miró con la cara y los hocicos bien rojos...., después, saltó a la mesa de Lucas dejando las huellas de unas almohadillas tintadas; otra breve mirada, los mismos hocicos y un decir a sus ojos como diciendo de su inoportunidad frente a su festín...

Lucas la había llamado por la noche. Le dijo que fuera temprano a limpiar la casa donde tenía ubicado el despacho, la casa donde había vivido toda su vida con Elisa. Pudo deducir a través de la llamada que estaba con más gente, no hablaban, sí reían, y a carcajadas...
En el gato, completamente negro, reverberaba lo que a ella le pareció, sin duda, sangre. Había muchos gatos por aquellas calles tan silenciosas de coches y tan pobladas de chalets. Chalets de los más antiguos de la ciudad, algunos de ellos abandonados, algunos de ellos, incluso, comportándose como árboles, al salirles alguna que otra rama por las ventanas.

Habían dejado abierta la ventana del despacho, una ventana que daba a un breve jardín...Fue avanzar ella un paso y el gato saltar al alféizar, retar a la espera, a la reacción del grito. O a que huyese ella para volver a la papelera...

Quien sí saltó entre aquel cruce de miradas fue el teléfono. El gato quedó inmóvil y ella sin saber qué hacer. Siete tonos.
-Sí, vine a limpiar como me dijo, pero...
-¿Pero qué?
-La ventana estaba abierta y en la papelera...
-¡Deje a ese gato y váyase!

Apenas cerraba la puerta de la casa el gato volvía a aquella papelera, a rendir cuentas con su hambre o, quizás, a hacer un favor a Lucas.
A los diez segundos ella decidió volver...