martes, 4 de mayo de 2010

Cedro


Según pasaba hacia el kilómetro 8 de la última Maratón de Madrid observé ese cedro desmochado que veis en la imagen. La hiedra lo cubría ampliamente en una de sus caras. Quise ser terco como la hiedra y decidí fotografiarlo al anochecer. Mis preguntas pasaron a la vez que corría por la parte final del Paseo de la Habana. ¿Qué es lo que había llevado a los dueños de aquella lujosa finca a cercenar de aquella manera a aquel cedro. Sólo me cabe una respuesta dada la fortaleza de tal especie: estaba sembrado tan cerca de la pared de protección de la finca que el único medio de evitar el salto sería acabar con él. Seguro, me juego la palabra. Los cedros son tan bellos que lanzan sus largos brazos paralelos al suelo. Preferir un cedro manco es como dar talento a la muerte.




SONETO DE LA DULCE QUEJA (Sonetos del amor oscuro, F.G.Lorca)

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.