viernes, 6 de mayo de 2011

Tiene la muerte



Tiene la muerte
un vientre de alimento.


Epilog, Colin Vallon, de su disco Rrug

10 comentarios:

Porverita dijo...

¡Tremendo e impresionante! La carcasa de un animal muy temido por mí.

¡Qué cosas te encuentras, niño!!!

No sé si contiene belleza, pero sí impacto.

Salud.

taio dijo...

genial

Shandy dijo...

Un cadáver exquisito. Sí, la vida es pasto de la muerte, y la muerte pasto de la vida.

Besos con vida

Anónimo dijo...

Los muertos no conocen a los muertos...

Tempero dijo...

Porverita:

sí, a veces hasta yo me sorprendo de las cosas que me encuentro. Lo que más me extrañó fue que esa rata no se la hubiera zampado alguna rapaz pues estaba en medio de un olivar de Arganda y en pleno campo. Pero hay más cosas igual de raras que me encuentro, no por raras sino por no haber sido devoradas antes.

Tempero dijo...

taio:

¿qué es lo que te parece 'genial'?

Tempero dijo...

Shandy:

concluyamos, entre nosotros y las ovejas hay mas que pura coincidencia: nos pasamos la vida pastando. 'El señor es mi pastor...' Y no sólo la Biblia trata de rebaño a los humanos, Sawa, en la nueva obra suya que estoy leyendo (Criadero de curas) también trata a los hombres como rebaño, en sentido muy crítico, claro está.

Tempero dijo...

Anónima:

un haz de manos quietas es la muerte

Inés González dijo...

Miro y miro estas fotos Manuel, su última contorsión, su cuerpo carcomido, los despojos que la vida van produciendo, y digo la vida y no la muerte porque es así.
Ampliándola podemos presentir los millones de microorganismos comedores.
Como si viniera del metileno y el amor...
Cavernas de luz entre las vértebras.
Nos recuerda a este poema de Antonio Gamoneda de su libro Del Frío.

Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.

He atravesado las cortinas blancas:

ya sólo hay luz dentro de mis ojos.

Inés González dijo...

Sabes que vuelvo a Gamoneda una y otra vez, esta imagen tuya me trae este otro poema:

He tirado al abismo el hueso de la misericordia; no es necesario
cuando el dolor es parte de la serenidad, pero la lucidez trabaja
en mí como un alcohol enloquecido.
Sé que las uñas crecen en la muerte. No
baja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al expulsar
la falsedad, nos desollamos y
no viene nadie. No
hay sombras ni agonía. Bien:
no haya más que luz. Así es
la última ebriedad: partes iguales
de vértigo y olvido.