lunes, 4 de julio de 2011

Presagios

Una vez leí este poema de Rosa Romojaro:

Cuando los pájaros

La terraza era un juego de pájaros y ojos:
los mirlos acudían a comer las bignonias
-esos ojos-semilla en las vainas abiertas-
y después se escondían en el árbol de siempre,
ya fuera, en el camino; luego,
llegaban los gorriones y saltaban
de una rama a la otra, y emprendían
el vuelo hacia el tejado -la vista iba perdiéndolos-;
arriba, a mediodía, la queja de una tórtola
y, ya en la tarde, al fondo,
el reclamo de un búho. Invisibles los dos.
Eso era todo. Y en abril,
los vencejos, sus giros incansables.

Pájaros cotidianos, que encontraron su nido
aquí, detrás del folio. Señas
de identidad. Puntos de fuga.

Eso era todo. Un día,
dejaron de acudir
-tras la tapia, otros pájaros restallaban el aire-.

Un día,
fueron flechas nerviosas en zigzag
cruzando la terraza
-los otros, tras la tapia, aumentaban su grito-.

Un día,
las vainas rebosantes desbordaban sus ojos,
intactos en el suelo.

Un día, y era abril,
el valle quedó quieto, sin sonido.

Al fin, un día,
el día se apagó y era de día:
gañidos en el aire;
la terraza era pájaros;
en el suelo, sus sombras;
tras la tapia...¿Qué había tras la tapia?
¿Quién los llamó?





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