jueves, 3 de febrero de 2011

Epitafio de savia

Este pino talado se encuentra en una de las zonas que más atesoro: los pinares de Valsaín, en Segovia. Allí he trotado, corrido, andado muchísimas veces. Conozco sus regatos, sus arroyos, sus puentes. Beber en las aguas derretidas es una necesidad que siempre satisfago, metiendo el hocico en el el hueco menos turbulento del arroyo. Percibirme animal, eso es lo que me gusta sentir muchas veces. Dar dentelladas al aire bueno porque me lo merezco. Este pino lleva mucho tiempo talado. Se nota por esas pequeñas oquedades en su centro. Pero hubo algo de este pino que me atrajo: su resina y el par de pinitos incipientes que en sus ranuras se han instalado. Podríamos considerar la resina como un epitafio de savia. Otros árboles, como los olivos, reaccionan con brotes al ser cortados. Los pinos no son olivos y los epitafios nunca son muerte. Un animal muere en la sierra y su epitafio es vida hasta los huesos. Puzzle óseo. Siempre me intriga el movimiento que produce la muerte. Yo, de morirme, deseo savia viva como epitafio.





Epitafio (seguirilla), Chano Domínguez de su disco, ALMA.