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A golpe de labios subo a este bosque,
bosque atrincherado ya que el viento
no cede y se reinventa,
cedro vertical y muerto,
sabinas retomando la vida,
en constante insomnio.
No cedí hasta entrados en mi boca
todos los preceptos de la vida:
el latir arrítmico de esta ladera,
el débil mensaje del agua,
misterios, en fin, bajo los que nosotros
apenas tendríamos que hacer
y que ellas, las sabinas,
saben abastecerse. Siempre,
a golpe de labios.