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En algo tan sencillo como una teja
que ha estado rozando el barro y la madera
del techo de nuestra casa habita
el incremento de nosotros mismos.
Es una posesión de musgos y líquenes
lo que atesora cualquier teja ajustada al norte,
y para mí, además, ejerció todo un devaneo
de agua en una cómoda postura.
Mirar esta teja a través del precipicio de sus años,
ajustar los nuestros a su agua y al río al que,
probablemente,
acompañó. Una deriva,
la vida,
en una teja.