Siempre hay algo que cruje, algo que empuja, algo que precisa ser observado. La sensación de que alguien alberga algo, o de que algo siempre alberga alguna cosa.
Se trata de los restos de un antiguo molino de mi pueblo, Hoyuelos (Segovia). En el tengo vinculada mucha infancia y mucho juego. Pero, ante todo, una palabra ya casi en desuso: caz.
Ayer, en el XII Festival Flamenco "Tío Luis, El de la Juliana", en el Colegio Mayor Universitario Isabel de España cantó el cordobés Manuel Moreno Maya, 'El Pele'. Cante de tremenda voz y fiel acompañamiento de guitarra. Repertorio clásico de soleares, seguirillas, malagueñas con fandangos abandolaos, copla, chispazo de malagueña, alegrías susurradas en su comienzo y bulerías lentas en pie. Y martinete. Todo éso si no me equivoco. Cantado con sensualidad, con retorcimiento, con un constante grillear de los dedos de las manos cuando no llevaba el compás él mismo. 'Ponle donde tú quieras, tú eres el que mandas', le dijo a Antonio de Patrocinio a la hora de ajustar el tono. Ya veis, humilde y generoso. Hubo un momento de compenetración memorable en la soleá: cuando paró El Pele en el tercio abrió la mano como helecho tierno hacia Antonio y éste le mimó con un acorde de cielo. Antonio estuvo volcao en El Pele: lo instó con olés a rabiar. Concierto flamenco de los de verdad, con buen sonido y escasa luz. Y ese arco de voz que posee El Pele, donde el grito esta tan modulado como el susurro. Se me olvidaba: los zapatos de El Pele me gustaron mucho, aparte de emocionarme también con su compás.
Os dejo esa bulería iniciada por La Susi donde se relata una historia de amantes que se escondían debajo de las adelfas.