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Treinta y cuatro. Ese es el número que abanicaba a una plaza y a una fuente. Ese número es el que me dijiste donde detenerme. No estaré, me anunciaste, Ella sí. Ella te contará, son ochenta y cinco años de decires, cuentas, historias y secretos. Puede que halles la plaza demacrada, desposeída de todo lo que fue. Esa es una historia lenta y triste. Pero Ella, verás, es instantánea en decidirte por un paseo emocionante. Dile que vienes conmigo, mejor, que vienes de mi parte, o que surges de los prados, o que has remontado el río. Si todo éso le dices, Ella te dirá. En principio verá a qué hueles; si hueles a palabras mías no fingirá y te dirá del redondel de vida de su casa. Ya te comenté que zanjó su actividad. Ya te conté lo que Ella me contó sobre un novio que tuvo que la rondaba. Pero de Ella sale más templado. Son las historias necesarias de que te hablé. Es el treinta y cuatro, no lo olvides. Ese número ya no abreva de la fuente que ya no está en la plaza. Pasó ya tiempo mas no la exclusiva del hombre por derribar. Aprovecha y dile que yo...
Luis Cernuda
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.