Donde el mar me añade puede llamarse
vastedad, justo en esa parte que abate,
prolonga o destruye, parte instructora
de lo intenso, extremo navegable al deseo.
Tu no eliges su episodio sereno, o su
indumentaria bravura, entrar donde Él,
no ver horizonte ni tierra, haber hecho
parte a nado y ser, a partir de un momento,
fundamento y rumor, engranaje y hueso,
y, sin quererlo, también instrucción
de la nada, seguro de haberte agotado y
no haber, por parte de las aguas,
su más mínimo aprecio.
Pero oye, así es el mar,
así de injusta tu crecida en Él,
donde te habías creído sal.
sábado, 23 de mayo de 2009
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