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Ayer escuché tu voz.
Torné a tu piel,
a la dicha explicable
y al centro de dudas.
Pero escuché tu voz,
tu voluntaria voz hibernada,
tu voz de oleaje,
tu voz de amarre.
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Siempre hay algo que cruje, algo que empuja, algo que precisa ser observado. La sensación de que alguien alberga algo, o de que algo siempre alberga alguna cosa.
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