Siempre hay algo que cruje, algo que empuja, algo que precisa ser observado. La sensación de que alguien alberga algo, o de que algo siempre alberga alguna cosa.
Estoy sentado frente a un muro blanco: áspero muro, seco como un grito de cristal, o quizá como la nieve de infancia en el silencio de los páramos. Un muro blanco, blanco como hueso calcinado, o quizá como cal viva que en las tumbas abraza carne blanca.
Y, mirándolo, yo también soy blanco, pues blanco es el fuego o es la luz que va y viene en las venas venturosas. Mientras dure la luz no llegará lo negro hasta este muro limpio y blanco. Mientras dure mi luz todo lo blanco del mundo envolverá la sala, el aire, las horas de esta casa que es hoguera.
Estoy sentado frente al muro blanco esperándolo todo y obteniendo todo de cuanto es nada en su blancura. El muro que es desierto de mi alma. El muro que es desierto de la luz.
Antonio Colinas, El libro de la mansedumbre, Ed. Tusquets
El viraje del tiempo, esa blancura repleta de techos blancos. Acudo a esa tregua necesaria que es la luz que ilumina y que no necesariamente nos ha de mostrar nada. Puede que con estar frente a algo sea suficiente. Siempre acabaremos palpando los trazos mas insignificantes, los más duraderos. Nos permitiremos sentirnos como quien nos cava. Que la vejez es calma, que la mirada es síntoma de tiempo, que uno se acaba sentando para desposeerse de todo. Los miro y viajo hacia ese destino que no se recurre: la calma.
Teatro de luz lívida y tiniebla, plata, en la noche lenta, de la luna, entre nubes de plomo prisionera, carruaje de nieve en ruta oscura; lejana levedad de roca blanca, moneda errante de valor incierto, diorama de bruma iluminada, fantasma en soledad del universo, tú, que has visto mi tiempo consumirse, el fluir de su agua temerosa por el cauce del sueño y del insomnio, revélame el secreto, por fin dime qué queda de la vida en la memoria, qué queda en la memoria de nosotros.
FELIPE BENÍTEZ REYES Interrogación a la luna (La misma luna, Visor)
Ante todo, la luna es fértil. Fértil de luz. La luna es gesto constante, ese monte de caras conversando sobre secretos y andanzas. Será la luna lo que uno quiera que sea, una moneda si está llena, un alfanje si vacía. Estrellas prensadas. Ojos enmarcados para mirar toda su lengua. La luna llena: una canasta de tres puntos. La menguante, un tobogán de gatos. La creciente, el sentir como alguien respira. La nueva, saber esperar. Ante todo, la luna es interrogación.
¡Cuántos de los que amabas ya han bajado a lo oscuro! ¡Hasta los antiguos árboles, regatos, un perro, libros, atardeceres,lilas! Más son misericordiosos y hacen sombra su memoria y recuerdo, y te acoges a ella. Descubres verdaderamente que te amaban. ¿Será tarde?
Esto no es un cartel anunciador de las diversas paradas que el autobús de Villarrobledo hace por sus calles, es una flauta.
"Pero el niño está ahí, dorado de sí mismo, vivo,(...),haciendo hablar a las cosas, gozoso de la locuacidad de los objetos y las esquinas, asomado al culo de la vida, viendo el revés de todo, encontrándole al mundo púas musicales, resortes de payaso.
Ir con él por la calle, por el campo. Y nos da la medida de nuestro exilio, porque él sí prtenece a los cielos viajeros, a la luz del día, al estallido de la hora, y nosotros ya no. Nosotros nos hemos distanciado con el pensamiento, la reflexión, la impaciencia y el orden. El niño, que no tiene programas, se incorpora inmediatamente al clima, entra a formar parte de la metereología, es natural en la naturaleza, y todo le sonríe, como dijo el poeta que los líquidos sonríen a los niños.
El niño pasa del sueño a la vigilia dentro de una misma palabra, sin ruptura, sin trauma, y va por la casa despertando a lo que siempre estuvo dormido, hasta que el llegó: los picaportes, los cierres de los armarios, el fondo de las vasijas y el revés de los objetos."
Este texto no es mío. Es de Francisco Umbral. Es de su inmenso libro 'Mortal y Rosa', dedicado a su único hijo muerto. Sugiero su lectura íntegra donde la poesía y la prosa se mezclan constantemente, vertiginosamente, con una pausa y un ritmo acogedor.
Pero dije al principio que lo que mostraba la foto era una flauta. Y sí, es lo que vio Miguel,de dos años y medio, cuando lo llevaba agarrado de la mano y pasaba por allí. Eso es lo que vio y que yo no hubiera visto. Ahora, si se fija uno bien en las paradas, una de ellas es la Escuela de Música. A lo mejor Miguel vio esa parada antes que yo y de ahí que le sonara la flauta. A lo mejor: la niñez.
Hace un año, no sé si en un despejado sueño o en la bruma de una realidad, Julia Martínez E. me dijo en un momento de charla que 'en el fondo un precipicio es la superficie', pero también me pudo decir, 'en el fondo, un precipicio es la superficie'. Tampoco estaba yo para que me aclarase si concebía la frase con la ','. Ya es cada uno como quiera analizarla. Detrás de la valla hay un precipicio, justo en la parte de Priego de Córdoba que da a las huertas que allí siembran. Y es que una frase de esas tiene su miga y sus asideros, aunque nos hable de un precipicio, que no nos lo define sino que nos lo equipara. ¿Me querría decir Julia que tan precipicio es la superficie que pisamos como el fondo que vemos, o que sólo cuando estamos abajo, en su fondo, ya dentro de él, es como estar en la superficie? Porque el mérito de un precipicio no es mirarlo, ni estar en él, en su fondo, su mérito es que te puedas caer. Pero, tal como me lo describió, ¿podría considerarse a la superficie el mismo mérito, el de poderte caer? Quizás lo dijese a modo de metáfora, pero cuando te dicen eso dentro de una conversación es que la superficie que pisa quien te lo dice es muy movediza. Pero yo no me fio, porque a veces sueño que me caigo y lo cierto es que ni me he movido del suelo. Ha pasado un año y Julia se ha esfumado. Supongo que lleva un buen trecho de superficie andado.
SOLEÁ cantada por Rubito hijo en su disco "De tomillo y romero"
El tiempo pone remedio y a los daños más sentidos que no hay más sabio que el tiempo, su remedio es el olvido.
Dejar de mirarme así que son tus ojos candelas y no respondo de mí.
Yo te miro, tú me miras. Yo te hablo, tú me hablas, este querer no es mentira, pero hubo secas palabras.
Con que me mires me sobra, ya ves con qué limosnita mi corazón se conforma.
Que siendo hermosa, ¡ay!, hondas espinas clavan las rosas.
Entro directamente en Ramiro Fonte y su poema acogedor del libro 'A ROCHA DOS PROSCRITOS':
AS FLORES CIDADÁS
As flores cidadás son compañeiras, Teñen nome de parvas margaridas Que medran nos camiños portuarios, Entre vellos raís, mercadorías,
Asombradas polas xigantes grúas Que estiban con destreza as horas mortas, E así as van desprazando polo ceo Como se fosen deusas mitolóxicas.
As flores cidadás son esa rosa De ninguén, de ningures, sempre libre: Caeu nos parques longos e nas rúas Que nos viron pasar, sendo infelices,
Flotou nas augas mortas dos estanques Como cabelos de afogada noiva, E arde como coitelos de mariños, Pelexando, fatais, por esa rosa.
Tamén son semellantes ás camelias Porque desfollan días dun inverno, E xiran nas esquinas eses días, E son vagos papeis, cosas sen prezo.
Descoñocidas flores cidadás, Que amoucan no sombrizo corredor, Na man secreta dos traidores murchan, E morren de saudade nos xarróns,
Na pátina lustrosa dos pianos Como morre sen ceo algunha estrela, Nas coroas dos mortos paseantes, Pero tamén nos versos dos poetas.
Sobreviven nas páxinas dun libro, Na fiestra dunha casa ruínosa, Pero de daren sombra a algún camiño Prefieren os sendeiros das aforas.
As flores cidadás son verdadeiras, E alíanse connosco doadamente, E son leais incluso cando saben Que nós xa as traizoamos moitas veces,
Que deixamos a vida e renunciamos Ós poderes do mundo, a tanta cousa A cambio dunha rosa de papel, Todo a cambio daquela falsa rosa.
Ahora me toca verterlo al castellano, aunque se entienda bastante bien:
LAS FLORES CIUDADANAS
Las flores ciudadanas son compañeras, Tienen nombre de tontas margaritas Que crecen en los caminos portuarios, Entre viejos raíles, mercancías,
Asombradas por las gigantes grúas Que estiban con destreza las horas muertas, Y así las van desplazando por el cielo Como si fuesen diosas mitológicas.
Las flores ciudadanas son esa rosa De nadie, de ningún lugar, siempre libre: Cayó en los parques largos y en las calles Que nos vieron pasar, siendo infelices,
Flotó en las aguas muertas de los estanques Como cabellos de ahogada novia, Y arde como cuchillos de marinos, peleando, fatales, por esa rosa.
También son semejantes a las camelias Porque deshojan días de un invierno, Y giran en las esquinas de esos días, Y son vagos papeles, cosas sin precio.
Desconocidas flores ciudadanas, Que se sienten apagar en un sombrío corredor, En la mano secreta de los traidores marchitan, Y mueren de soledad en los jarrones,
En la pátina lustrosa de los pianos Como muere sin cielo alguna estrella, En las coronas de los muertos paseantes, Pero también en los versos de los poetas.
Sobreviven en las páginas de un libro, En la ventana de una casa ruinosa, Pero de dar sombra a algún camino Prefieren los senderos de las afueras.
Las flores ciudadanas son verdaderas, Y fácilmete se alían con nosotros, Y son leales, incluso cuando saben Que ya nosotros muchas veces las traicionamos,
Que dejamos la vida y renunciamos A los poderes del mundo, a tanta cosa A cambio de una rosa de papel, Todo a cambio de aquella falsa rosa.
Imagino a esas margaritas de Ramiro Fonte en el Ferrol, cerca de su pueblo natal, Pontedeume. Y, sin irnos de La Coruña, dirigiéndonos hacia Porto do Son, es donde yo presento a mis flores ciudadanas: unas umbelas, unas gramíneas y unos dientes de león. Los dientes de león, esas flores que aceptan tantos deseos como ganas de soplar tenga uno, con su amarillo encendido. La fotografía está tomada en los primeros días de agosto de este año y, el lugar, la carretera que atraviesa el pueblo. Cualquier rincón aprovechan las flores ciudadanas, cualquier rincón para entregársenos. El bordillo amarillo de la foto: prohibido aparcar, pero para las flores nunca hay un prohibido salir. Luego vendrán con máquinas o con herbicidas, pero salir, saldrán. Saldo positivo es siempre la flor espontánea. Hasta se deja pisar y no se da por muy herida. No es esa flor de jardín salpicada de esmero que un pequeño roce podría lastimar.Las flores ciudadanas no entienden de riesgos, entienden de ímpetu y de oportunidad. Y para mí, hombre de campo que vive en la ciudad, las flores ciudadanas me salvan muchos instantes la mirada pura.