Miro las cosas de mi casa y las que van quedando son como partes de mí mismo. Muebles, cuadros, libros, fotografías, lámparas, alfombras, durante tanto tiempo incorporados a mi vida.
Esas cosas no morirán conmigo. Se dispersarán por otras casas, irán a patéticos remates, serán de otros, como la mujer del bello poema de Neruda.
Me pregunto si no quedará en ellas algo que me evoque con más fuerza, tal vez, que mis poemas.
Julio Llinás, Querida Vida, Ediciones El sol de Ícaro.
4 comentarios:
Decirle al amigo Llinás, que si no consiguió quedar en sus poemas, como partes de si mismo, que se olvide de las cosas que fueron quedando como parte de sí mismo.
No tiene ni punto de comparación una alfombra con un poema.
Todos los objetos de nuestra vida, se mueren con nosotros. Otros se sentarán en nuestra silla de anea a leer los libros que nosotros leímos, pero no será nuestra silla, ni será nuestro libro, los mismos que tocaron nuestras manos.
Un abrazo, Manuel.
Sobre las cosas que se acumulan te dejo un poema, no lo ha publicado esa editoral de Querida vida, El sol de Ícaro, ese sol que me alumbra, me da calor y hasta me derrite
El espino
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
Lousise Elisabeth Glück
Tomás, pero uno, aunque quede con poemas, sabes, y no sólo porque tú lo hayas dicho, que los poemas son una transferencia, no son de uno ya al ser publicados. Nada es de nadie: todo es pura dispersión con un mero rastro de uno, como mucho.
Tomás, ya sé que tú, en vez de músculos, tienes poemas. Eso, para mí, es lo más.
Abrazos.
Sabes, Ícaro, que tus sobrevuelos por la poesía son enriquecedores. Mucho.
Y que este poema está lleno de sensatez, a la que siempre debiéramos acudir:
El iris salvaje
Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.
Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.
Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
Creo que me voy a hacer con ese IRIS SALVAJE de esa autora. Encima está en Pretextos.
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