viernes, 4 de junio de 2010
Insula
Me pido un alto para reivindicar lo nuestro,
una pequeña extensión que no diga por exhuberante,
un trozo abierto abierto a la memoria,
una parcela custodiada sólo por la raíz.
Para acompañarme a este lugar
no me valen unos ojos perecederos.
Cualesquiera ojos ya me valen: insólitos,
deudores, hambrientos, versátiles, labrados.
Son los ojos que da el silencio y que después hablan
los que quiero que me acompañen, y que digan
si en la atalaya desde la que somos insignificantes
no prospera la vida más allá de la ciudad.
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22 comentarios:
Qué foto más maravillosa Manuel, la he ampliado y todo es armonía, la tierra estriada, arada en esos círculos y grafismos calculados, la disgregación de los olivos, contornos suaves cual pinceladas leves, me encantaría tener la capacidad para reproducirla en una obra suelta, libre y a la vez llena de expresión.
La boca se seca ante la observación de este paisaje, el calor perfora los poros.
Todos los ojos son perecederos...los instantes son eternos.
Gran poema, cargado de belleza silenciosa, eso sois.
Me sigo creyendo lo que me dijiste ayer, pero no le preguntes a mi corazón, que ese no sabe mentir.
Este poema es otra maravilla. Estoy seguro, cada día más, de que todo es vida, salvo en la ciudad.
Hermoso rincón.
Con agua,
sería un paraiso.
Ay!
La ciudad:
Qué poc@s se quedarían!
Si todo el monte
fuera orégano...
Mis ojos te acompañan en ese viaje. Siempre me miro en la naturaleza y de una ínsula parecida a la que traes, debió de salir la variedad Kalamata, que ha llegado a mis manos a través de nuestro Flamenco Rojo.
Gracias por las tres cosas. La música es dulcísima, no se me ocurre otro adjetivo.
Besos dulces, pues.
Yo también hago un alto para dar lugar al asombro de los ojos en silencio ante tales y tantas ínsulas.
Hay vida más allá de la ciudad.
Por supuesto.
Abrazos.
El pentagrama de la vida prospera más allá y más acá de las ciudades. Afortunadamente, podemos soñar la música a la sombra de los olivos.
Siendo esta maravilla, con más razón.
Tempero, leo Insula y pienso "Barataria" (asociaciones shandys). Pero tú pides "pequeña extensión", "ojos versátiles" y "más allá de"... Buen poema. Me gusta lo que dice y como.
La "Insula" de ese paisaje tiene una belleza sobria, austera, una perfecta geometría -hasta en las sombras de lo olivos-, aunque a mi mirada le cuesta acostumbrarse a esa sequedad y a los achaparrados olivos. Pienso en el viento solano. Es un paisaje que no arropa el alma, sino que la desnuda. Y en eso reside su belleza.
Bonita, la foto y graciosos, los olivos tan disciplinados y tan despeinados.
Salud, niño Olivares.
Escribe por el camino
y si no tienes papel
las ojitas del olivo...
Muy bueno lo de Poverita...¡¡¡ tan disciplinados y tan despeinados ¡¡¡¡ostras ¡¡¡ es verdad ¡¡¡tan despeinados ¡¡¡¡que curioso ¡¡¡ salut...
Vi una vez olivos con sombra de nieve bajo una luna a rebosar... Creo que fue por Jaén y que era tremendamente feliz. Creo que fue en febrero. Hace varios febreros.
Desde entonces los olivos me hacen sonreír con nostalgia.
Gracias por la sonrisa regalada y la maravilla de la música que ahora me está envolviendo
Señor agrigultor: hágame unos 'grafismos calculados' sobre la tierra. Oiga, que lo que yo sé hacer es arar.
Reprógrafa, tenga en cuenta la sencillez del paisaje y sus grafismos sin más. Vea, con la mínima intervención lo acogedor y armónico que resulta el paisaje.
Tenga en cuenta esta perla de don Antonio Machado:
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas,
lueñes sierras
de olivares recamadas.
Amando, créete lo que te digo, en serio. Soy bastante perezoso para la escritura y funciono a base de impulsos necesarios. ¿Me acompañas por este paisaje que, creo que ya dejé constancia de él en otra contestación del blog?
Paisaje
El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.
Josep. Tan calculado y oloroso es el orégano. Te voy a contar lo que pasa todos los días en el colegio de mis hijos a la salida. Hay unas matas de tomillo en una esquina por las que los niños pasan si tienen ganas de corretear: hacen al aire más reconocible, lo perfuman.
El tomillo, como el orégano, con un poco de carne y un horno es una combinación perfecta. ¿No me digas que eres vegetariano?
¡Anda que no necesita el aire verdearse!:
Canción quince
Ramo de oliva, vamos
a verdear el aire,
que todo sea ramos
de olivos en el aire.
Defenderemos la tierra
roja que vigilamos.
Que todo sea ramos
de olivos en el aire.
Puestos en pie de paz,
unidos, laboramos.
Ramo de oliva, vamos
a verdear el aire.
A verdear el aire.
Que todo sea ramos
de olivos en el aire.
Blas de Otero
Un abrazo amigo.
Dulces y ricos también son los alfajores, Isolda.
Te dejo algo de un malagueño al que admiro:
José Antonio Muñoz Rojas
Y esta casa tan bella
¡Y esta casa tan bella!
Cuando vengo de lejos
a caballo, entre olivos,
me parece a lo lejos
un barco en estas mares
de olivos, empujado
por olas de olivares,
llevando aquello que
más amo. Al fondo,
¿sierras?, ¿nubes? ¿Qué pueblos
por las sierras, prendidos
al filo de las lomas?
Cortijos y olivares
y olivares y más olivares.
Ahora, por febrero,
se pone tierno el campo.
Da miedo de rozarlo.
Yo voy con el caballo
perdido. Y me parece
que están viendo este campo,
por mis ojos, los ojos
que hoy duermen. Me parece
que están viendo este campo,
por mis ojos, los ojos
aún no abiertos. Está
el campo como el ojo
de un niño reflejando
tanta belleza sin
saberlo. Temblamos
no se rompa el espejo,
inmenso temblador
del campo por febrero.
Siempre me asomo al viso
desde donde columbro
la campiña a lo lejos.
Olivares y olivos
y cortijos de nombres
que han estado de siempre
sonando en mis oídos.
-La Deleitosa, El Duende
La dura tierra arada,
la dulce tierra uncida
al hombre, haciendo yunta
por siempre.
Luego,
vengo despacio. Dejo
las riendas sueltas. Siempre
está la casa hermosa,
bogadora entre olivos,
y dentro de la casa,
los que amo.
Si llego,
se me cuelgan lo mismo
que un collar de dulzura
que pesa alegremente.
Ybris: me apetece que te llegue este texto que copio. Es difícil de encontrar. Pertenece al libro de José Antonio Muñoz Rojas titulado 'Rescoldo'. Una de sus secciones es 'Dones inadvertidos' que en su parte 3, a modo de carta dirigida a Ella dice:
Amiga mía:
Ya está aquí la lluvia y ya estás aquí tú. Vienes con todo: con la lluvia y con el sol, de todo haces puerta franca por la que llegar. Yo, sin embargo, te siento más honda en días como hoy. Materialmente me echan contra ti, me vuelcan sobre ti y me arrebujo. Un misterio más. ¡Qué hermoso sería andar entre tantos misterios como nos cercan, si no se nos hubiera dado la angustia de su inquisición continua y sí sólo el de su goce! No acabamos nunca de confundirnos con el misterio, de hacernos misterio nosostros mismos.
¡Ay amiga mía, qué misterio todo! ¿Qué misterio el del lenguaje, el de la expresión! Te he dicho amiga mía así, ligeramente, como quien escribe a vuela plum (mientras llueve fuera agua de tormenta sobre esos livares disponiendo las sementeras), y un momento he pensado lo que cabe en esa amiga mía y me ha pasado como a los caballos que van andando por el campo y, de manos a boca, se hallan con las cuatro patas clavadas en el barro sin poder moverse. Así me he quedado: clavado en esasdos palabras, por llamarlas de alguna manera: amiga mía.
Decir amiga mía y echarme a volar fuera de mí, perder corporeidad, es todo uno. ¡Qué bosques, qué claros, qué riberas, qué luces, qué paces, qué treguas y, ¿por qué no acabar?, qué hombros y que fuentes donde reclinarse, donde saciarse! ¡Qué armonía resumiéndolo todo, qué prolongación fuera de nosotros, qué muerte final de barreras! Y de pronto salta el misterio, más ágil caballo que nunca, porque a esa extensión la cerco redondamente con decirle mía, se la vedo a todo, prohibo que nadie entre. ¡Cuidado! Mía, mía toda en pensamiento y en vocablo, en gesto y mirada, en todo. Mía. Parece que se retira el mundo de ella, de nosotros, que viene esa desolación que toda propiedad entraña. Y sin embargo cómo se recrean los labios en decir mía, mía, cómo alejan toda intromisión, cómo acendran a la criatura.
Silencio ya. Silencio porque no llueve y la niebla se va levantando y dejando a encinas y olivares que se pinten contra la tierra y contra el cielo. Silencio que también es una palabra. Los olivares aparecen más sombríos y lívidos contra el cielo todavía de tormenta.
Ybris, hoy lloverá. Seguro que, como yo, estimas mucho la lluvia.
Amigo.
Ybris: se me olvidó la referencia:
Rescoldos
José Antonio Muñoz Rojas
Ed. POINT DE LUNETTES
Sevilla MMV
Virginia musical:
un pentagrama y dos baladas.
Baladas amarillas, por supuesto:
Dos baladas amarillas
1
En lo alto de aquel monte
hay un arbolillo verde.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Olivares soñolientos
bajan al llano caliente.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Ni ovejas blancas ni perro
ni cayado ni amor tienes.
Pastor que vas.
Como una sombra de oro
en el trigal te disuelves.
Pastor que vienes.
2
La tierra estaba
amarilla.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Ni luna blanca
ni estrella lucían,
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Vendimiadora morena
corta el llanto de la viña.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Shandy:
De este Sancho delgado a que ahora me acojo te mando este rescoldo del mismo libro y autor al que he hecho referencia a Ybris.
Se trata de un extracto del número 4, de su seción de 'Dones inadvertidos':
Amiga mía:
¡Qué dificultad en el deslinde de hermosuras! Pero ¿a qué deslindarlas? ¡Qué necesidad de clasificaciones, qué terror de fronteras! Sí, la poesía hace libres a los seres y todo acercamiento que no vaya por ahí no llegará al ser de la poesía. Se quedará rondándolo. Tú, lucero, no sabes que todo es pura cuestión, si esto, si lo otro, si soñar o seguir viviendo. Esto en cuanto a lo temporal. Porque hacia dentro siguen los caminos, las hermosuras, las esperanzas. Y por ahí andas conmigo, gusto y esperanza al par, segura invitación al canto. Lo demás en lavida no es nada. Quedan las pala-
bras llenas de sentido cuando salen de la
rosa, cuando reflejan de algún
modo el Verbo. Que Él
nos bendiga y
nos tenga,
Porverita, ¿verdad que sí sabías tú lo que es un olivo?
Si no lo sabías, entonces te lo digo:
¿Qué es un olivo?
¿Qué es un olivo?
Un olivo
es un viejo, viejo, viejo
y es un niño
con una rama en la frente
y colgado en la cintura
un saquito todo lleno
de aceitunas.
Rafael Alberti
Miquel, ese aspecto despeinado es el que debe tener un olivo. Eso es síntoma de que está bien podado. Siempre el olivo con cuatro ramas principales (como mucho) y clareado en el centro. La virtud de un olivo esta en la poda.
Seguro que te hallas bien acogido dentro de la intensidad de Miguel Hernandez. Cantado por Serrat es ya inolvidable.
Miguel Hernández (1910-1942)
Aceituneros
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
Alicia: ¿Una luna a rebosar? ¿No quedaría la luna enredada en el olivar?
Vega en calma
Cielo gris.
suelo rojo...
De un olivo a otro
vuela el tordo.
(En la tarde hay un sapo
de ceniza y de oro.)
Suelo gris.
Cielo rojo...
Quedó la luna enredada
en el olivar.
¡Quedó la luna olvidada!
Emilio Prados
¡qué alma tan generosa eres, pequerrecho...!
es un gran tesoro este lugar.
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