Siempre hay algo que cruje, algo que empuja, algo que precisa ser observado. La sensación de que alguien alberga algo, o de que algo siempre alberga alguna cosa.
No hay más datos en este frontal de piedra de un nicho. Cuando acudí al cementerio el día de difuntos lo hacía no por rezar, pues no sé, no por hablar, pues sí sé pero prefería el silencio, y sí por pensar. Lo que no me esperaba era la liquidez de curiosidad que iba a emanar una singular lápida. Frontal, de piedra y de hace unos cuantos años. De momento, un ramaje discreto bien presentado. ¿Y admiraciones? Desde luego no escatimaron. Consuelo, yo te lo diré, tus padres te quisieron con profundidad, largamente, de éso que no te quepa ninguna admiración, que la duda es admirable siempre, pero en este caso, Consuelo, no hubo ninguna duda. Como no hubo duda en economizar las eles de la elle en la estrechez de la piedra. Seguro que no fue un grabador profesional. Pero así hay más interés, y no te preocupes por la falta de ortografía, es lo de menos. ¡El mensaje, Consuelo! Te llevaron eternamente. ¿Pero, quién mandó poner la lápida, perdón el frontal? Si te llevaron es que ya estaban muertos o, ¿es que sabían eternamente que te iban a llevar? Los tiempos no importan, somos gente como yo que decidimos invertir nuestro pasado para arrear emocionalmente el presente. Imagino que podré dejar ya mi epitafio labrado, la verdad es que no sabría. Por ejemplo, 'Me llevé eternamente'. No sé si daría para pensar, sobre todo a los pocos que me conocen. Y nada diré sobre la muerte que no quiero ser quisquilloso con este año que nos viene, tan implacable con la vida.
Estoy corrompido por la palabra, por la poesía, por la literatura. Cualquier cabo que asome de lo real se me acaba convirtiendo en ímpetu. El otro día, mi madre, de ochenta y uno dejó caer un hecho triste y así lo vi. Y me he reprimido en extrudirlo para no sacar un relato. O sea que lo poco que aquí voy a decir es breve y real.
Mi padre murió hace siete años. Mi madre cuenta ahora con los que he dicho. Los dos vivieron en un pequeño pueblo. Tras la muerte, mi madre se trasladó a la capital de provincia, a un piso. La casa del pueblo se cerró. Vamos a ella cada cierto tiempo. Sus recuerdos son perpetuos, intensos y amargos. Duerme mal últimamente por una enfermedad.
Oye, llamaste el otro día por teléfono cuando estuviste en el pueblo. No, ¿por qué? Es que mira, el otro día me levanté a las cuatro y media de la mañana y como no podía dormir dije 'voy a llamar al pueblo' y sabes, me dió comunicando. Volví a llamar e igual. Y dije, éste que habrá estado y no habrá colgado bien, por mí. Por la mañana volví a intertarlo y ya me daba la señal.
Inmediatamente cuando me lo estaba contando por la calle cogí el teléfono móvil e hice una comprobación. Señal correcta y recriminación. Madre, pero para qué haces éso, para qué llamas, quién va a haber allí. Sólo era por ver.
Sigo reprimido porque, aparte de ser real, conjuga un enigma claro, clave para un buen relato.
ME gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
No he podido sustraerme en evocar el poema de Neruda y distrutar de la íntima versión que de él hace Diego Carrasco, grandísimo cantaor flamenco.
Lirio González Parrondo llevaba un año trabajando para la compañía de elevadores Thyssenkrupp. Lo habían destinado a Albacete desde que entró en la empresa. Normalmente atendía a las revisiones periódicas de los ascensores. El último día del año, estando de guardia, recibió un aviso de la central comunicándole una avería en el elevador de la calle Lontananza s/n del pueblo Casas de Abajo. Comprobación de la orden de trabajo, dirección y una sola nota: 'averiado'. Lirio cogió la furgoneta y en una hora y cuarto estaba en el pueblo. Cuando llegó pensó que se trataba de un error, error de bulto, se decía él. Sin duda, el pensar éso era lo más normal. Una sóla calle y casas a los lados, todas de una planta.
'Dime, Tomás, ¿el parte que me has dado esta mañana de Casas de Abajo es correcto? Correcto. Mira que estoy en el pueblo y no hay nada más que casas bajas. Te digo que es correcto, hay una anotación de un elevador de 9, pregunta. ¿Y a quién?
Lirio dio una vuelta por el pueblo escaso y no aparecía nadie. Calle Lontananza. Ni siquiera las calles llevaban nombre. Por un poco de intuición se dirigió a la casa más elevada en un pequeñito promontorio. Llamó.
Oiga, por favor, ¿la calle Mire, la del tejado azul. Adiós.
Lirio se quedó extrañado, por haber sido contestado sin concluir la pregunta y por haber sido despachado expeditivamente. En efecto, se veía la casa azul, nueva. Se dirigió a ella. Un hombre en silla de ruedas abría la puerta mientras Lirio ya se preparaba para irse.
Mire vengo de la compañía Pase, es de nueve sótanos y lo que ocurre es que no sube. Tampoco hay escaleras.
Por la cabezotonería del azar ocurren a veces cosas explicables. Maria Tesesa Rodrigues de Carvalho vivía sola desde que se le murió su marido Antonio Pinto. En Soajo, Portugal, una pequeña aldea fronteriza con España. Con ochenta y cuatro años aun se la podía ver con un atadillo de retamas secas encima de la cabeza para cocinar. Luto y lumbre era lo que lucía y en lo que se ocupaba para poder almorzar. El año pasado, su nieta Fernanda Pinto, de trece años, le mandó una tarjeta navideña. No una cualquiera sino de esas que tienen un mecanismo sofisticado tal que al abrirlas suene una música donde los peces beben en el río, y que vuelvan a beber. Una música penetrante. Depositada por el cartero en el pequeño buzón, la carta se activó generosamente. Ni no na ni no na ni no ni na no... Siguió. Alguna gente del pueblo se paraba frente al buzón. Efectivamente, salía de allí el sonido. Tras un día entero de sonar y siendo como son en los pueblos, María, vecina de Fernanda, decidió llamarla para que se ocupase de la carta. Tocó en la puerta. No contestó nadié. La llamó por su nombre. Nada. Allí tenía, junto a la entrada, el atillo del día anterior. No salía humo de la chimenea. ¡Fernanda! La felicitación navideña dejó de sonar al tercer día.
Todos ya vacíos, todos ya sin hojas. Todo que ya estalló, el verde de la primavera, las alas afilando el aire. Ahí ha quedado la obra en silencio, al agua, al sereno mirar. Estallará otra primavera. No hay duda y tampoco, seguramente, de que allí haya cada día un efímero terremoto de necesarios piares, de noches hasta acobardadas por más que probables graznidos de cuervos. Porque son nidos de cuervos, cuervos inteligentes y de negros luminosos, como sólo suelen ser ellos. Porque son nidos necesarios.
Y a todos los que me seguís os regalo este 'Alto y solitario' de un disco hermoso titulado 'Cruce de caminos'. En definitiva somos éso, cruce de caminos. Besos y abrazos.
Querré que los nidos estallen, que se ubiquen hasta en un alfiler, que desfiguren las entradas al rezo, que arranquen la luz de cuajo, quiero que acojan todo el aire, que guarden todos los algodones, que maticen bien los puntos cardinales, quisiera que el querer se oyera, que canten y fundan los alimentos, que miren si hay alguien dormido.
Y ahora, tras mi alegría, reposen esta canción, esta nana de Alberti en voz de Miguel Poveda.
Placas grandes en muchos pueblos de España:'Por Dios y por la Patria...' No hace falta más en este caso; sí, perdón, hace falta pensar que cualquier ideal es síntoma de vivo fuego, que cualquier ideal no tiene forma de iglesia, que cualquier ideal es necesario, que cualquier ideal puede ser triste.
La persona que aquí duerme puede que viva acojoná por otras cosas, pero no por la hipoteca del hogar.¿O sí, y por eso se tuvo que venir aquí? Las hipotecas se han convertido en esa lengua de arcilla con que los constructores han lamido al ciudadano en forma de piso y que el banco se encarga de que siga generando saliva. Un ciclo perfecto para si te quedas sin trabajo vivir acojonao. Y las consecuencias personales que conllevan una ruptura de ese contrato. No las voy a enumerar, pero equivocarnos, nos han equivocado.
A modo de escucha, de reflexión, les propongo un nuevo palo flamenco reivindicativo: unas sevillanas. Podrán parecer una ironía, pero lean la letra y luego verán si llevo razón. Mejor dicho, la llevan ellos, los del Puchero.
Letra y música : Antonio Arco Arreglos: El Puchero del Hortelano
1ª O to el mundo está de vuelta, o yo ando medio perdío, Medio perdío, cansao de tanta gente tonta, de tanta tele, de tanto ruío, de tanto escaparate lleno, de la promoción que nunca he tenío. Ando aburrío, de tanta modelito haciendo el indio, pa modelo la que me ha parío, modelos los que dan lo que tienen, los que miran claro, los agradecíos. Y se vive acojonao, cuando escuchas en los diarios, dicen que van a subir los créditos hipotecarios, y ya no se duerme bien por la noche,... donde hemos llegao! 2ª Mi amigo Francisquito, hace aviones de papel. De papel, les hace una rajita abajo, pa la aerodinámica, que vuelen bien, los lanza y le salen volando, así también quisiera volar él. De papel... mojado son sus sueños, que penita no poder se lo que quieres ser, penita que me da la gente que no lucha cuando no hay na que perder. Y se vive acojonao.... 3ª Me gustan las personas, me gusta la vecindad. Vecindad, que es secreto es el respeto, escucha, que vivas tu vida y que dejes vivir, pero que fáciles serían los días si la gente viera que es mejor así. Así, sin raíles, sin caminos asfaltaos que conducen al mismo lugar, y es que es mu aburrio que la gente compre, vista, coma y se comporte igual Y se vive acojonao... 4ª Que bonitas las palabras, cuando sabes escuchar. Escuchar, abrir la mente sin prejuicios, un poco de empatía que nunca viene mal, que bonitas las palabras y que feos los que las quieren matar. Matar, aquellos que se creen que solo lo que ellos dicen es el no va más, no va menos, no me jodas, no me viene a mi la gana de tenerlos que aguantar
P.D. Y la persona que está en el hogar de la foto recicla todos los cables que encuentra y se saca unas pelillas con el cobre.
El haber entrado en la boca, el haber roto la impaciencia de una mano me ha correspondido hoy a mí, entramado fijo de agua, sal, trigo y calor. Sin añadir esa iglesia abovedada que con su interior de fuego ha elevado mi calma amasada. Sin añadir, tampoco, la parte de tierra que precipitó mi germen hacia julio. Y sin, tampoco, el molino que convierte el grano en satisfacción. Sean, pues, añadidos y dados en todo su valor, sin olvidar jamás esas manos sin etiquetar, justas para mi más azarosa forma.
Sin alejarme del pan quiero traer unos tientos aquí. Los tientos son un cante flamenco de igual compás que el tango, pero de ritmo muy lento. Los tercios se alargan y el compás se ralentiza. Es un cante bailable, con letras que suelen ser patéticas, sentimentales y sentenciosas. Pulcros estos tientos y hermosamente ejecutados. Digamos que son como unos tangos parados. Y dentro de las tres partes del cante de los tientos que presento al final, extraigo la segunda:
Y en el molino cobarde y que en vez de moler el trigo están moliendo el hambre.
Tres versos contundentes que reflejaron una parte de la historia de nuestro país en la posguerra. Disfruten de todo.
Una mesa con cuatro jubilados jugando a las cartas. Un banco de dos con palabras lentas. Abrigados todos y con sol. Otoño desde la amplia cristalera del Banco que daba al parque. Era el sexto en un cola destinada, ante todo, a pagar. Trancurría lento el empuje de los recibos y el sol de adentro se empezaba a sentir reptilial. Algo alteró nuestras miradas hacia afuera. Tres individuos con pasamontañas se acercaron al cristal con pequeños bolsos. En el parque, se seguía hablando, jugando. Uno de ellos sacó un grueso rotulador y, como quién escribe al revés, fue anotando 'OS VAMOS...' La directora se levantó. El cajero dijo de llamar a la policía. ¡Llama! '...A ATRACAR...' Escribía lento, con la duda que conlleva el leerlo al revés y nosotros sentir la contundencia. Nadie quiso salir, había uno en la entrada y, además, habían bloqueado las puertas desde el Banco. '... TODO' No hacían gestos, solo escribir y controlar. Y nosotros ver, especular y estar tranquilos hasta la luz azul intermitente. Al acusado chillido de sirena, los tres se pegaron al cristal, dándonos la espalda. Poco más que los hombros y las cabezas los veíamos. Pararon de hablar los dos, pero sentados en el banco, los otros, más alejados, seguían su partida. Algo hicieron los tres que llevó a los policías a los árboles. Lo escrito por uno de los individuos, primero se rajó, luego se deshizo. De los muchos disparos, uno dio en la cabeza de quien tenía delante en la cola. Cuatro muertos y una partida detenida. La luz en el fondo del Banco pasó a ser anaranjada.
Cante muy acompasado, melodioso y solemne que adquirió categoría de cante grande en las voces de Enrique el Mellizo y Chacón. Existen diversas modalidades de malagueñas, debidas a las creaciones individuales de una serie de intérpretes tanto naturales de la comarca malagueña, como nacidos en otros lugares de Andalucía y de España, así como otras, menos divulgadas, de origen local. Recientemente, el cantaor Diego Clavel ha recogido en disco hasta cuarenta y siete estilos diferentes de malagueña. Es un cante con copla de cuatro o cinco versos octosílabos, que generalmente se convierten en seis por repetición de alguno. Procede de antiguos fandangos de Málaga que se transformaron en auténtico cante flamenco hacia la mitad del siglo XIX. (De la página www.esflamenco.com)
Para un flamenco obvio es lo que voy a decir, pero basta nombrar la palabra cante y reaccionar con el estigma del 'ay, ay, ay' y las palmas rápidas, las bulerías y el 'gitaneo'. Topicazos como tantos que van en perjucio del gran valor que ocultan las cosas bien hechas. Y el flamenco es, mucho no, infitamente más. Cantan bien los gitanos y cantan bien los payos, los que lo saben hacer, las bulerías son hermosas y alegres, las palmas puede que no existan, y el ay, ay ay, es un grito de desgarro común en ciertos cantes. Obvio,¿no? Pues lean estos octosílabos y deduzcan la intensidad de un amor grande y no correspondido: en cinco versos. Y luego escuchen. Y luego, si no son adictos al flamenco, digan si no es bello.
Qué tienes por mi persona (malagueñas de Chacón)
¿Por qué niegas el delirio que tienes por mi persona? martirio le das a tu cuerpo y te estás matando sola y yo pasando tormento
Tened paciencia, más de ocho minutos sin despercicio.
Las armas de los búfalos: los cuernos de los que ya sabían y no utilizaron y su unión decidida. Haré mi lectura de este vídeo, y es que la naturaleza siempre nos está dando bofetadas en cuanto al comportamiento. Abajo teorías sociológicas, económicas, etc... Y me lo llevo al capitalismo atroz y salvaje por el que hemos atravesado tan cómodamente: ¿Debelaremos alguna vez a tanto farsante? Con una significativa rebelión me conformaría.
Intentaré dibujarte el zorro plateado que se pasea por el campo y come de mi mano:
Expresaba su cuerpo con luces de miedo, meditaban su ojos un instante sobre los míos, su cola se servía de más aire para hacerse más voluminosa, para alterar más a mis ojos y, sus patas, constantemente, daban anchura a la cautela. Pero al final, acababa parándose ante mí. Un trozo de carne que de un bocado se hacía soluble en su boca. Me mira ese zorro plateado que come de mi mano.
Un día lo vi y una voz de llamada no hubiera hecho sino asustarlo. Giré mi cabeza para verlo de nuevo en su inesperado paso. También él la giró. Lo seguí viendo de esa forma muchos días. Brevemente se paró un día para olfatear el aire mientras me miraba. Conté hasta seis segundos ese momento sin tiempo.
Toda una noche se nevó para el placer de un día blanquísimo. Todo abrasaba quietud. Allí salí con un trozo de carne sobre mi mano. Miré y mi zorro plateado no venía. Una lengua minuciosa y segura lamió mi mano. Una lengua ampliada a mi mano. Era él. Lo tenía exclusivo ante mí, con toda su neutralidad animal. Retomé su camuflado viaje volviendo a mirarme sin tiempo. Apenas lo hizo di a mis ojos unas pupilas de nieve para seguirlo.
Te lo digo, intentaré dibujarte el zorro plateado que se pasea por el campo y come de mi mano.
En el bello relato 'Cuestión de lugar' de John Berger, de su libro 'Puerca tierra' se narra el quehacer de una madre y un hijo en un matadero. Allí lleva un campesino a su vaca para sacrificarla. Para ello se le coloca una máscara de cuero, para no ver nada. Justo cuando se narra que 'la vaca no ve nada' es cuando se prosigue con una frase inquieta, contundente: 'Por primera vez han ajustado a sus ojos una noche súbita.' No sólo imagino el temor de la vaca ante ese cambio inesperado, imagino a personas que con una venda fueron desencajadas de sus vidas, cuando no muertas. Y surge este poema:
ANTECEDE
Se deletrea en mí todo el vacío....
una sensación de vértigo antecede a la dinámica de la caída una sensación de tristeza antecede a la despedida una sensación de miedo antecede al dolor de perder la ubicación del sentido mismo.
Gaiteros, efectivamente. Interpretando música de allí, de Vinhais. Un pasacalles en un día primaveral. Traje regional algunos; otros al aire de su sonido. Ella disfrutando, ellos tocando. Y aun así, ¿pensaba ella? O,¿estaba lo suficientemente abastecida en ese preciso momento? En cualquier caso digo lo que Carlos do Carmo interpreta en su fado 'Partida': Lo que debemos hacer es saltar la bruma.
Así veo estas dos fotos: con una fanega repleta de serenidad.
Verla así, sujetándose la barbilla. Esa mirada nada triste. Esa frente peinada con una sombra. Podría pensarse sobre lo que piensa, hacia adónde se dirigen sus ojos. El más que posible luto no hace mella en el momento. Hay dos sillas plateadas para el descanso. Quizá esta mirada se entendiera dentro del contexto donde surgió. Quizá hubiera música, unos gaiteros. Podría estar sóla en su salón y al oír música salió al balcón. Sin musica, ¿cómo hubiera mirado?
Así surgió esta foto, sin ninguna medida de tristeza.
Sólo las cartas que pronuncien la destreza de unos ojos mansos. Sólo ésas deseo, y no me importa que estén fatigados, o se den semiocultos. Esos ojos siempre velarán por la inquietud sogegada. Las palabras así, de esa procecencia, me vaciarán todo, amor o muerte. Contestaré sin duda, contestaré que siento rugir la emoción de no quedarme para nada callado. Sin duda, querer comunicarme.
Ir hacia una ventana es como ir hacia una esclusa de aire, qué mirar sin ser visto, qué mirar y verse, qué querer del aire, qué decir si te ven, qué callar, llamar sabiendo que nadie aún vive...
El mundo que yo no viva lo pensé como cosa extraña, como arca de maravilla. Ay de mi vida
Allí ¿sonará la lluvia junto al fuego las noches frías? ¿Tendrá Agosto en el río barcas? Y tú ¿la gentil sonrisa?
¿Brillará en el papel que siembro la negra flor de la tinta? Ay de mi vida
¿Será posible que vengan los amigos y que "Era" digan "un hombre, y te quiso mucho" y "Mucho" llorando digas?
Es el mundo que no conozco, Atlántida sumergida. Ay de mi vida.
Allí las palmeras echan esmeraldas. Allí las crías del delfín esmeraldas pacen. Allí no hay noche ni día: cuando ordeñan a los rebaños, de púrpura el mar se agría, Ay de mi vida.
Más limpio que agua de oro es el mundo que yo no viva: no hay naves de arar espumas ni arado para las viñas; el gran árbol le da su fruto al que el nombre del fruto diga. Ay de mi vida.
Ese mundo no es el mío: es el tuyo: el que en tus pupilas hundido está desde siempre y no lo alcanza mi vista. A ese mundo quisiera entrar, antes que suene la hora - ay - de mi vida.
¿Es lamento la escarcha, es sólo claridad de escucha? La pradera se atiene al frío, a mis cálidos recuerdos. Eran blancos los gallos, era blanca la manta sobre la hierba. Eran juegos las hojas. Sin humo ya las los fantasmas enviados desde el invierno. Siempre el sol es una gran boca volcando vaho sobre el tenue hielo. Esclusas nuestras carreras de otoño para no merecernos el frío.
No sé qué roza uno cuando ve ese erizo respirando tan puntiagudo. No sé a qué terciopelo ha usurpado su interior. Y el fruto, que ya es nuestro y que así lo percibo. Esa tenue apertura, sin avaricia, acercándonos sus pulmones. El color con que nos alimentaremos. O Tierra, háblame de ti, qué debo darte. Perfílame como tuyo si quieres.
Chegan, veladas chegan as desfiadas e escuras voces ó son da Terra que cuspe a dor e arreda a pena
Fía, amores fía e só namora a quen o quere. No máis fondo crávame as unllas nesta pel.
Fía e desfía, sí e volve a fiar envolve arredor esta voz, esta pel que non soubo voar Fía, amores, fía e sobre a fronte deseña estrelas, sofre a mágoa padece a pena que golpea
O Terra, fálame e di se vou onda ti devolver ou gardar o que non é so meu.
Quien dice que es amor cuerpo visible, ¡qué poco del amor perfecto sabe! Que es el honesto amor llama süave a los humanos ojos invisible.
La lengua del amor, a quien no sabe lo que es el amor, ¡qué bárbara parece!; pues como por instantes enmudece, tiene pausas de música süave.
(De dos sonetos de Lope de Vega)
Tú lo querías. Te había estado mandando cartas a través de ese hombre fantasmal y voladizo. Tú las abrías. Eran bellas, estaban gobernadas por la prudencia las primeras; las últimas te flambeaban el rostro. Quisiste verlo. Tanta insistencia hizo que aquel hombre que te hacía las entregas te dijese: 'Calle de la Hiedra, donde el llamador del anillo'. Pasaron días y el hombre se te acercaba como cada mes y te entregaba en vuelo otra. Más fuego. Te acercaste a la puerta, esa mano, ese anillo, esos finos encajes sobre la muñeca. ¿Sería un hombre principal? La forma de agarrar esa bola que rompería ese instante para verlo. Tú ya sabías cantar, tú ya sabías de amor. Preferiste seguir y dejar aquel llamador intacto.
Ventana del castillo de Peñas Negras, Mora (Toledo)
'Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de esas estrañas locuras que buenamente imaginarse pueden; y fue que el se imaginó haber llegado a un castillo -que como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba-, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus`padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y, teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la misma reina de Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante.'
'De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba se castillo' El Quijote, 1ª parte, Miguel de Cervantes
Esa maravillosa quietud a la que uno pude acudir desde esta ventana. Ser caballero, ser andante, ser sosiego, ser olivo, ser su fruto, aceite. Ser cada olivo Ella, tenerse admitido por cada árbol, un sueño con el que no acabo. Sólo hurtar al tiempo la escalada a un lugar que venga a ser un castillo.
La vida de la casa se iniciaba en el grueso llamador de bronce: una mano derecha que, sin esfuerzo, sostenía una bola, como evitando que se cayera. Por entonces los timbres de pilas eran poco conocidos y en Palermo, por lo menos, sumamente escasos. Estaba colocado muy alto sobre el portal de dos hojas, de madera gruesa y barnizada. Siempre lustrado y brillante dejaba en la mano ese olor de bronce, pasamanos de tranvía, y un leve recuerdo a Braso. El que apretaba la mano del llamador apretaba la mano de la casa, cordial y acogedora.
Alberto Salas Ed. La Veleta 2002 (COMARES, Granada)
La mano delicada de la fotografía está en Écija, Sevilla. Un portal de dos hojas grandes, también. Y lo que sostiene no es una bola sino una fruta; me atrevo a precisar lo que yo quiero: una manzana. La mano es extremadamente delicada, fina, limpia. A la mano le sobra el dedo meñique para sostener la manzana, cuatro dedos bastan. El meñique hace una pequeña cabriola situando a la mano en una posición elegante, sutil. Probemos a llamar:
¿Seré una casa acogedora, mereceré el viento leve de la vida que me acompañe? Abrir no será una duda para mí, y sin puerta sería mejor casa, sin llamar, pasar y recorrerme. Pero cedo a esta mano invitar a la parte de fruta que se quiera. Dentro de mí hay un patio, un pozo y una gran árbol.
Puerta, ajustada, establecida en la serenidad. Quédate con ese hueco para si alguien me recibe. Entrar sería toparnos con silencios parlantes, esa longitud del abandono tan dedicado al campo. Para recibirte a ti, lumbre alzada, inquieta danza.
¿A qué lugar me arrastras, Baco, lleno de ti? ¿A qué bosque, a qué gruta soy llevado rápidamente y con un nuevo espíritu?
Es un dulce peligro, oh Leneo, seguir al dios que se ciñe las sienes con el pámpano verde.
Estamos ante Horacio en la oda señalada, sus tres primeros y sus tres últimos versos, respectivamente. Cosas que tiene el vino. Pero, a parte de interesarnos Horacio, que mucho, nos interesa Santos, el hombre que aparece en la fotografía y que puede que nada sepa de aquél. De lo que sí sabe es de la tierra. Amor a la misma como lo tenía Leonardo, nuestro primer invitado a este cuaderno que, ante todo vibra con el terrón, el agua y la vida. Las viñas sobre las que estaba vendimiando Santos tenían, según sus cálculos, unos cuarenta años. Variedad Airen, la blanca de toda la vida. Siempre que me acerco al campo me interesa la aparición de esa palabra que se escapa de quien conoce su medio extraordinariamente. Gente que tiene los sentidos hacia la tierra alertados. Vieja, noble y hermosa sabiduría para absorber. Mientras yo le iba viendo en su labor le preguntaba sobre lo observado y que me parecía que resaltaba: una viña muy pequeña y lánguida a punto de secarse y justo la de al lado exhuberante. 'Eso es porque tiene más molla.' ¡Cuidado que me habla esa palabra, 'molla'! ¡Cuánto no tiene de chicha esa palabra! ¿Qué hubiera dicho un técnico agrícola para responder a mi pregunta? No sé, pero Santos aportó emoción y literatura. Otra pregunta mía: ¿Y cuando se muere una cepa? 'Pues se le pone de una nueva buena.' ¿Y cuándo? 'Pues por Enero o Febrero, cuando las cepas están muertas.' 'Muertas' no es lo mismo -aunque sí- que decir que cuando haya dejado de circular la savia en el periodo invernal. No es lo mismo. Como tampoco es lo mismo decir, cuando la savia empieza a circular entre Abril y Mayo, que el sarmiento 'llora'. Gozoso lloro. Y si observan la tierra verán que es una tierra caliza que traga muy bien el agua que cae del cielo. Pero ya me lo dijo Santos, 'Aquí, en este terreno, si se agarran las nubes y caen mas de 15 litros al contao puedes entrar en la tierra.' ¡Qué expresion más visual esa de 'agarrarse las lluvias'! Modos de elevar el placer literario a la palabra hablada.
Quédense con una soleá de un hombre cercano a Villarrobledo, de donde es Santos; Oscar Herrero nos transmite Manantial con su guitarra.
Está él. Sonríe y sabe que lo miro. Lo miro ganándome una recua de labios. Se acerca y me menciona la luz del día. Yo contesto con la intensidad del calor. Motivos para ejercitar las fugas que llevamos dentro.
Cats and dogs are not our friends They just pretend They just pretend It's just emotions we invent Like photographs we put on shelves Cats and dogs are not our friends Scratch their ears they'll wave their tails And if it rains again next weekend It's all because of them Little doggy Come to mummy Cats and dogs are not our friends They just pretend They just pretend It's just emotions we invent So we forget we're by ourselves Little catty Come to daddy Miaou miaou Ouaf ouaf ouaf ouaf You feed your dog You feed your cat You feed your kids You feed your wife You feed your pets Aren't you fed up to feed the world around You feed the world around !
Camille, disco 'HOLE'
¿Son los gatos y los perros nuestros amigos? ¿Acaso siempre están fingiendo? ¿No seremos nosotros que nos inventamos las emociones con los animales? Una foto en una estantería, y se erige la compañía para siempre. Moverán sus rabos, rascarán sus orejas,... ven a mamá. Si nos inventamos emociones, ¿no olvidaremos que somos nosotros mismos? Alimentar a mascotas, alimentar, ¿no estás harto de alimentar?
El gato y el perro que muestro gozaban de libertad, no eran mascotas de nadie, ni fingían. ¿Qué cómo lo sé? Por cómo me ignoraban.
La energía como custodia clara de mi afluencia al suelo como custodia de la alerta llovida.
Vuelvo a las hojas como a ellas las vuelve el viento. De niño eran brazadas constantes las que nos lanzábamos incansablemente. El olor a hoja muerta me brota sólo en las choperas con alma de río. Un olor vivísimo, de genial juego, de pirueta sonámbula. Vieja canción a ritmo de bulería, cuantos recuerdos que no entornan la simple, mi simple pero sustanciosa infancia. Ahora, el liquidámbar de debajo de mi casa es un decir absoluto del color, entre él y yo no hay penumbra, ni si quiera la distancia de un quinto. Sólo el compromiso de verlo cada mañana, alternar su evolución cromática con mi paladar y sonreir ante algo de lo que soy un privilegiado.
Estamos en un lugar de la mancha, un lugar áspero y silencioso, pero no de gran extensión. Es como una pequeña isla entre viñedos y tierras de regadío. Pero ese lugar tiene el ejemplo de las piedras calizas multiplicadas y a flor de suelo. Desde hace años me siento atraído por esa casa de piedra en la que nadie habita y en la que ovejas se aprovechan de vez en cuando. Casa de piedra piedra, de una encima de otra, sin más miramiento. Un lugar sobre el que no han podido los agricultores, sólo las encinas y los tomillos. Junto a esa casa estaba ayer leyendo un libro que aún tengo entre manos como algo crucial: 'Mortal y rosa' de Francisco Umbral. El pasaje/paisaje que estaba leyendo en ese momento es el que hace referencia a la solemnidad de los escritores: '¿Y mi nombre, y mi aura, y lo que he creado en torno de mí? Un nombre de escritor. Todo el que vive confortablemente dentro de su renombre, debe salir al campo, a la naturaleza, y decirlo en voz alta:"Soy escritor, soy importante, soy...". No creo que pueda terminar. Eso no suena nada entre los montes, frente al mar. La gloria no va más allá del término municipal, la perdemos en el campo, de viaje.' Y mientras éso leía miraba a mi alrededor y me sentía mínimo, nada solemne, sin ser para nada un escritor, aunque ese pasaje vale para cualquiera. El campo, la grandeza de lo natural, abarca tanto que te hace presagiar lo que eres: tránsito. Allí dejé escrito esto:
Desafío podría llamarse este lugar. Sólo piedras y encinas paseando, riscos dice un señor que ha venido a ver qué hacía por aquí, al que le he dicho que me gustaba el lugar por su aspereza, porque nadie ha sido capaz de rentabilizarlo quitándole las piedras. ¿Quién se atreve con ellas? ¿Quién se demanda estando ellas? Haces una casa de piedra y es como si la piedra te hubiera envuelto, no es tu hogar. La casa es otra piedra descolocada, cierta. Es una piedra-casa que imaginamos para devolvernos, al cabo, el entusiasmo de su dominio.
Viva mirarti omai Nulla spene m'avanza; S'allor non fosse, allor che ignudo e solo Per novo calle a peregrina stanza Verrà lo spirto mio. Già sul novello Aprir di mia giornata incerta e bruna, Te viatrice in questo arido suolo Io mi pensai. Ma non è cosa in terra Che ti somigli; e s'anco pari alcuna Ti fosse al volto, agli atti, alla favella, Saria, così conforme, assai men bella.
Del Canto 'Alla sua donna', Giacomo Leopardi
A su dama
Ya no tengo esperanza de contemplarte viva, si ya no fuese que, solo y desnudo, por otra vía y hacia extraña estancia vaya mi espíritu. Y con el nuevo comienzo de mi día oscuro, incierto, te supuse de paso en esta tierra. Pero nada existe en este suelo que a ti se te asemeje, y si lo hubiese y en el rostro, los actos, las palabras te igualase, sería menos bello.
Traducción de Antonio Colinas, 'Cantos, Pensamientos', Giacomo Leopardi, Debolsillo, 2008
Ella me acompañó, seguimos la senda de las manos, seguimos a los robles, las nieblas aun no se habían precipitado, los osos por allí respiraban, no nos fatigábamos. Arbolente puede ser una palabra quieta o un lugar desde donde mirar lo alto menos bajo, o el lugar donde leer y conversar con alguien detenido por soledad. Arbolente.
Estoy sentado frente a un muro blanco: áspero muro, seco como un grito de cristal, o quizá como la nieve de infancia en el silencio de los páramos. Un muro blanco, blanco como hueso calcinado, o quizá como cal viva que en las tumbas abraza carne blanca.
Y, mirándolo, yo también soy blanco, pues blanco es el fuego o es la luz que va y viene en las venas venturosas. Mientras dure la luz no llegará lo negro hasta este muro limpio y blanco. Mientras dure mi luz todo lo blanco del mundo envolverá la sala, el aire, las horas de esta casa que es hoguera.
Estoy sentado frente al muro blanco esperándolo todo y obteniendo todo de cuanto es nada en su blancura. El muro que es desierto de mi alma. El muro que es desierto de la luz.
Antonio Colinas, El libro de la mansedumbre, Ed. Tusquets
El viraje del tiempo, esa blancura repleta de techos blancos. Acudo a esa tregua necesaria que es la luz que ilumina y que no necesariamente nos ha de mostrar nada. Puede que con estar frente a algo sea suficiente. Siempre acabaremos palpando los trazos mas insignificantes, los más duraderos. Nos permitiremos sentirnos como quien nos cava. Que la vejez es calma, que la mirada es síntoma de tiempo, que uno se acaba sentando para desposeerse de todo. Los miro y viajo hacia ese destino que no se recurre: la calma.
Teatro de luz lívida y tiniebla, plata, en la noche lenta, de la luna, entre nubes de plomo prisionera, carruaje de nieve en ruta oscura; lejana levedad de roca blanca, moneda errante de valor incierto, diorama de bruma iluminada, fantasma en soledad del universo, tú, que has visto mi tiempo consumirse, el fluir de su agua temerosa por el cauce del sueño y del insomnio, revélame el secreto, por fin dime qué queda de la vida en la memoria, qué queda en la memoria de nosotros.
FELIPE BENÍTEZ REYES Interrogación a la luna (La misma luna, Visor)
Ante todo, la luna es fértil. Fértil de luz. La luna es gesto constante, ese monte de caras conversando sobre secretos y andanzas. Será la luna lo que uno quiera que sea, una moneda si está llena, un alfanje si vacía. Estrellas prensadas. Ojos enmarcados para mirar toda su lengua. La luna llena: una canasta de tres puntos. La menguante, un tobogán de gatos. La creciente, el sentir como alguien respira. La nueva, saber esperar. Ante todo, la luna es interrogación.
¡Cuántos de los que amabas ya han bajado a lo oscuro! ¡Hasta los antiguos árboles, regatos, un perro, libros, atardeceres,lilas! Más son misericordiosos y hacen sombra su memoria y recuerdo, y te acoges a ella. Descubres verdaderamente que te amaban. ¿Será tarde?
Esto no es un cartel anunciador de las diversas paradas que el autobús de Villarrobledo hace por sus calles, es una flauta.
"Pero el niño está ahí, dorado de sí mismo, vivo,(...),haciendo hablar a las cosas, gozoso de la locuacidad de los objetos y las esquinas, asomado al culo de la vida, viendo el revés de todo, encontrándole al mundo púas musicales, resortes de payaso.
Ir con él por la calle, por el campo. Y nos da la medida de nuestro exilio, porque él sí prtenece a los cielos viajeros, a la luz del día, al estallido de la hora, y nosotros ya no. Nosotros nos hemos distanciado con el pensamiento, la reflexión, la impaciencia y el orden. El niño, que no tiene programas, se incorpora inmediatamente al clima, entra a formar parte de la metereología, es natural en la naturaleza, y todo le sonríe, como dijo el poeta que los líquidos sonríen a los niños.
El niño pasa del sueño a la vigilia dentro de una misma palabra, sin ruptura, sin trauma, y va por la casa despertando a lo que siempre estuvo dormido, hasta que el llegó: los picaportes, los cierres de los armarios, el fondo de las vasijas y el revés de los objetos."
Este texto no es mío. Es de Francisco Umbral. Es de su inmenso libro 'Mortal y Rosa', dedicado a su único hijo muerto. Sugiero su lectura íntegra donde la poesía y la prosa se mezclan constantemente, vertiginosamente, con una pausa y un ritmo acogedor.
Pero dije al principio que lo que mostraba la foto era una flauta. Y sí, es lo que vio Miguel,de dos años y medio, cuando lo llevaba agarrado de la mano y pasaba por allí. Eso es lo que vio y que yo no hubiera visto. Ahora, si se fija uno bien en las paradas, una de ellas es la Escuela de Música. A lo mejor Miguel vio esa parada antes que yo y de ahí que le sonara la flauta. A lo mejor: la niñez.
Hace un año, no sé si en un despejado sueño o en la bruma de una realidad, Julia Martínez E. me dijo en un momento de charla que 'en el fondo un precipicio es la superficie', pero también me pudo decir, 'en el fondo, un precipicio es la superficie'. Tampoco estaba yo para que me aclarase si concebía la frase con la ','. Ya es cada uno como quiera analizarla. Detrás de la valla hay un precipicio, justo en la parte de Priego de Córdoba que da a las huertas que allí siembran. Y es que una frase de esas tiene su miga y sus asideros, aunque nos hable de un precipicio, que no nos lo define sino que nos lo equipara. ¿Me querría decir Julia que tan precipicio es la superficie que pisamos como el fondo que vemos, o que sólo cuando estamos abajo, en su fondo, ya dentro de él, es como estar en la superficie? Porque el mérito de un precipicio no es mirarlo, ni estar en él, en su fondo, su mérito es que te puedas caer. Pero, tal como me lo describió, ¿podría considerarse a la superficie el mismo mérito, el de poderte caer? Quizás lo dijese a modo de metáfora, pero cuando te dicen eso dentro de una conversación es que la superficie que pisa quien te lo dice es muy movediza. Pero yo no me fio, porque a veces sueño que me caigo y lo cierto es que ni me he movido del suelo. Ha pasado un año y Julia se ha esfumado. Supongo que lleva un buen trecho de superficie andado.
SOLEÁ cantada por Rubito hijo en su disco "De tomillo y romero"
El tiempo pone remedio y a los daños más sentidos que no hay más sabio que el tiempo, su remedio es el olvido.
Dejar de mirarme así que son tus ojos candelas y no respondo de mí.
Yo te miro, tú me miras. Yo te hablo, tú me hablas, este querer no es mentira, pero hubo secas palabras.
Con que me mires me sobra, ya ves con qué limosnita mi corazón se conforma.
Que siendo hermosa, ¡ay!, hondas espinas clavan las rosas.
Entro directamente en Ramiro Fonte y su poema acogedor del libro 'A ROCHA DOS PROSCRITOS':
AS FLORES CIDADÁS
As flores cidadás son compañeiras, Teñen nome de parvas margaridas Que medran nos camiños portuarios, Entre vellos raís, mercadorías,
Asombradas polas xigantes grúas Que estiban con destreza as horas mortas, E así as van desprazando polo ceo Como se fosen deusas mitolóxicas.
As flores cidadás son esa rosa De ninguén, de ningures, sempre libre: Caeu nos parques longos e nas rúas Que nos viron pasar, sendo infelices,
Flotou nas augas mortas dos estanques Como cabelos de afogada noiva, E arde como coitelos de mariños, Pelexando, fatais, por esa rosa.
Tamén son semellantes ás camelias Porque desfollan días dun inverno, E xiran nas esquinas eses días, E son vagos papeis, cosas sen prezo.
Descoñocidas flores cidadás, Que amoucan no sombrizo corredor, Na man secreta dos traidores murchan, E morren de saudade nos xarróns,
Na pátina lustrosa dos pianos Como morre sen ceo algunha estrela, Nas coroas dos mortos paseantes, Pero tamén nos versos dos poetas.
Sobreviven nas páxinas dun libro, Na fiestra dunha casa ruínosa, Pero de daren sombra a algún camiño Prefieren os sendeiros das aforas.
As flores cidadás son verdadeiras, E alíanse connosco doadamente, E son leais incluso cando saben Que nós xa as traizoamos moitas veces,
Que deixamos a vida e renunciamos Ós poderes do mundo, a tanta cousa A cambio dunha rosa de papel, Todo a cambio daquela falsa rosa.
Ahora me toca verterlo al castellano, aunque se entienda bastante bien:
LAS FLORES CIUDADANAS
Las flores ciudadanas son compañeras, Tienen nombre de tontas margaritas Que crecen en los caminos portuarios, Entre viejos raíles, mercancías,
Asombradas por las gigantes grúas Que estiban con destreza las horas muertas, Y así las van desplazando por el cielo Como si fuesen diosas mitológicas.
Las flores ciudadanas son esa rosa De nadie, de ningún lugar, siempre libre: Cayó en los parques largos y en las calles Que nos vieron pasar, siendo infelices,
Flotó en las aguas muertas de los estanques Como cabellos de ahogada novia, Y arde como cuchillos de marinos, peleando, fatales, por esa rosa.
También son semejantes a las camelias Porque deshojan días de un invierno, Y giran en las esquinas de esos días, Y son vagos papeles, cosas sin precio.
Desconocidas flores ciudadanas, Que se sienten apagar en un sombrío corredor, En la mano secreta de los traidores marchitan, Y mueren de soledad en los jarrones,
En la pátina lustrosa de los pianos Como muere sin cielo alguna estrella, En las coronas de los muertos paseantes, Pero también en los versos de los poetas.
Sobreviven en las páginas de un libro, En la ventana de una casa ruinosa, Pero de dar sombra a algún camino Prefieren los senderos de las afueras.
Las flores ciudadanas son verdaderas, Y fácilmete se alían con nosotros, Y son leales, incluso cuando saben Que ya nosotros muchas veces las traicionamos,
Que dejamos la vida y renunciamos A los poderes del mundo, a tanta cosa A cambio de una rosa de papel, Todo a cambio de aquella falsa rosa.
Imagino a esas margaritas de Ramiro Fonte en el Ferrol, cerca de su pueblo natal, Pontedeume. Y, sin irnos de La Coruña, dirigiéndonos hacia Porto do Son, es donde yo presento a mis flores ciudadanas: unas umbelas, unas gramíneas y unos dientes de león. Los dientes de león, esas flores que aceptan tantos deseos como ganas de soplar tenga uno, con su amarillo encendido. La fotografía está tomada en los primeros días de agosto de este año y, el lugar, la carretera que atraviesa el pueblo. Cualquier rincón aprovechan las flores ciudadanas, cualquier rincón para entregársenos. El bordillo amarillo de la foto: prohibido aparcar, pero para las flores nunca hay un prohibido salir. Luego vendrán con máquinas o con herbicidas, pero salir, saldrán. Saldo positivo es siempre la flor espontánea. Hasta se deja pisar y no se da por muy herida. No es esa flor de jardín salpicada de esmero que un pequeño roce podría lastimar.Las flores ciudadanas no entienden de riesgos, entienden de ímpetu y de oportunidad. Y para mí, hombre de campo que vive en la ciudad, las flores ciudadanas me salvan muchos instantes la mirada pura.
José Jiménez Lozano en su hermoso libro de poemas 'Elogios y celebraciones' acude a un mundo necesario como es el del pensamiento de lo cotidiano, por el que muchas veces pasamos y no nos detenemos. Y lo hace a través de unos poemas sencillos pero muy hondos en los que se abre ese frescor del pensamiento tan necesario. El mundo de los pájaros y el de las plantas posee en este poemario una decicación muy especial. Recojo tres muestras:
PÁJARO SOLITARIO
Cinco pájaros en el tejado.
Solitarios.
Luego dos, luego ninguno.
Hoy no hay meditación de pájaro
solitario en el tejado.
Sólo tejado solitario.
LA HUELLA
¡Oh Dios, un nido devastado
Por mano de hombre!
¡Qué huella tan clara
de razón práctica!
DESTRUCCIÓN
Un nido devastado, el mundo
ya no estará completo
nunca.
Y yo recojo aquí dos nidos. Dos nidos que a su vez debieron acoger a las crías de diferentes pájaros. El primer nido es urbano, hecho en un olmo y aún sin terminar. El segundo se encaja en un ciruelo silvestre en el campo y está rematado.
Un nido es la ventaja de un pequeña rama que se coloca amorosamente. Un nido es puro reciclaje, como un ganchillo de elementos superfluos como trapitos, algodones, flores de chopo, donde el fin es esa taza vegetal en el trípode de un árbol. Un nido es un avance chiquito y necesario. Un nido siempre es significante y semioculto. Un nido es lo que brota de un árbol con ganas de reír. Un nido, y el mundo empieza a estar más completo.
Está claro que la primera foto no ofrece ninguna duda: una coliflor. De la segunda, si no estamos acostumbrados a ver el monte, puede que nuestro juicio sea el de simple paisaje de verde amenazador. ¿He dicho verde amenazador? Sí, lo has dicho. Ah, ya sé por qué lo dije. Volvamos a la segunda foto: si se la amplía mejor. El lugar corresponde a dos pequeñas aldeas del concejo de Noia: O Pereiro de Arriba y O Pereiro de Abaixo. Y la vegetación más cercana al pueblo, de tono algo más brillante y en forma de triángulo, no es otra cosa que un pequeño reducto de castaños, allí castiñeiros. El resto de vegetación es eucaliptos. Todo conforma una unidad verde, cierto, pero una unidad amenazante, pues a poco que se haya ido por la provincia de La Coruña verá como el eucalipto ha desplazado a toda la vegetación autóctona, sean robles, sean castaños, sean alcornoques. Sí, alcornoques también había en la sierra de Barbanza y así lo atestiguan escasos ejemplares bellísimos. Remedio para volver al origen, a la vegetación autóctona, escaso o nulo. Razón económica. Cuando hice la foto, desde el paseo marítimo de Noia, hable con una señora de la zona, Teresa Corrales Abeijón. Le comenté mi sentimiento hacia aquellos castaños de enfrente, digamos, mi solidaridad con ese reducto. Ella me habló tendido y corto sobre cuándo vinieron los primeros eucaliptos y y de su rápido crecimiento. Aquello marcó cambio y ahí lo tenemos. Cuando hay incendios, el rápido eucalipto vuelve a tomar posiciones de cabeza inmediatamente. Hermosa bisera la de aquellos dos pueblecitos. Teresa me dijo que aquellos castaños, todos juntos parecían una coliflor. ¡Ya me hubiera gustado ver esa sierra como una coliflor completa si no fuera por el verde amenazador del eucalipto!
Dejo un hermoso tema del grupo argentino Bersuit que espero que nos haga recapacitar sobre todo lo que estamos haciendo a la madre Tierra.Cuidémosnos.